La agencia informativa France Press Agency publicó este domingo un texto titulado  “AMLO, a seis meses de ser presidente de México”, que permite atisbar la imagen que proyecta nuestro país al exterior.

Llama la atención el que el primer punto que trata este texto sea la merma en popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, ante la dificultad para cumplir con sus promesas de crecimiento económico y mayor seguridad en el país.

Analiza AFP el primer semestre de gobierno de quien llegó al poder desbancando sonoramente a los partidos PRI y PAN, que gobernaron al país durante nueve décadas, tras obtener un 53 por ciento de los votos en las urnas el pasado mes de julio, y logrando, como nunca antes, mayorías en las cámaras de Diputados y Senadores, y en los congresos estatales.

Un trabajo incesante, agotador para quienes observamos, y un discurso reiterativo que ya logró penetrar en las capas sociales, principalmente las de menores ingresos, permitieron al Presidente alcanzar, en sus primeros 100 días de gobierno, y después de la crisis de combustibles de enero, el 78 por ciento de la aprobación de los mexicanos, cifra histórica en México y el mundo.

“Pero la luna de miel parece haber terminado”, afirma la AFP, al señalar que en la segunda semana de abril la popularidad de López Obrador cayó a 61 por ciento, que aunque alta, habla de un declive.

Posiblemente esta situación sorprenda a nivel internacional, aunque la entendemos mejor los mexicanos, que enfrentamos el día a día la transformación del país, originado “no un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen”, como insiste en señalarlo el propio López Obrador.

La realidad parece  contradecir, es cierto, al Presidente, tanto en lo económico como en materia de seguridad y violencia, pese al optimismo a ultranza del mandatario,  que no duda en desmentir a sus propios secretarios de Estado para insistir que “vamos bien, requeté bien”.

Pero más allá de la cancelación del proyecto aeroportuario de Texcoco, y la decisión de López Obrador de ejecutar, contra viento y marea la refinería de Dos Bocas, somos, como siempre, la microeconomía, los que vivimos cotidianamente los efectos de la política gubernamental.

¿Es que acaso saben las amas de casa de trabajadores de bajísimos ingresos de los movimientos de la Bolsa Mexicana de Valores, de paridad del peso sobre el dólar o entienden las confusas cifras que en materia de crecimiento, exportaciones, desempleo, confianza de los consumidores, y más variables económicas ofrece el Inegi? Nooo.

Pero sí saben que al ir al mercado, un gasto diario de 100 pesos para dar de comer a una familia tres veces al día no alcanza; pretensión que de no causar risa, provocaría lágrimas.

Es evidente que para la clase trabajadora el que se reduzca de 1.58 a 1.56 la expectativa de crecimiento económico para este año no tiene mayor relevancia, pero sí se sabe, y se sufre, con un familiar gravemente enfermo que es atendido en una silla en el IMSS, porque ni camillas “de pasillo” alcanza.

Lo saben aquellos trabajadores de la construcción, desempleados, que sobreviven a base de “chambitas”, o de quienes, atentos a cifras, ven publicadas las de las altas en el IMSS, pero no las de empleos perdidos.

O de aquellos ancianos, jóvenes, mujeres jefas de familia, campesinos, etcétera, que aún no reciben los apoyos gubernamentales, tan cacareados todos los días, a causa de los nuevos mecanismos anticorrupción implementados.

Sin embargo, y aun en medio no  de la austeridad republicana sino de la pobreza franciscana ofrecida por AMLO, la gente “de a pie” sigue creyendo en él, lo  que es entendible: en julio  pasado pusimos los mexicanos todos los huevos en una misma cesta y ahora no queremos perder la esperanza.

Y que bueno que así sea, pues de perderse la esperanza… ni pensarlo.

 

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