Recular cuando hemos tomado una mala decisión o adelantamos que los resultados no serán los esperados es de humanos, pero este práctica se da más frecuentemente cuando en la política o el gobierno se lanzan “buscapiés” para conocer cuáles serían las reacciones a tal o cual medida a aplicar, y estas no resultan nada buenas.
Lanzar “buscapiés” ha sido una práctica frecuente México, y vienen a la memoria algunas como reimplementar el registro vehicular, aplicar un IVA generalizado o la posible reelección de gobernadores de los estados, y en días recientes, reestablecer el pago de Tenencia.
El recular es una práctica que se está dando frecuentemente en el actual gobierno de la república, lo que no estaría mal –dadas las reacciones obtenidas con los “buscapiés”-, si simplemente se aceptara el error o la necesidad de redireccionar el barco y no se tratara de justificarlo repartiendo culpas a diestras y siniestras.
El viernes, el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, anunció tajante,en su conferencia de prensa matutina que “no se va a imponer la Tenencia”.
Una decisión adecuada, diría yo, dado el tsunami de reacciones en contra que impulsó lo declarado por el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, Alfonso Ramírez Cuellar, en el sentido de que la bancada de Morena impulsaría la restauración de dicho impuesto en el Presupuesto de Egresos 2020.
Declaró Ramírez Cuellar que “mi propuesta es que se cobre una Tenencia de carácter federal, una homologación en todo el país, que contemple subsidios para determinados vehículos que quedarán exentos, pero que sea una sola.”
Pero bastó que un periodista cuestionara al Presidente sobre el tema, para que el mandatario aspirara hondo y comenzara una de sus largas diatribas, en lugar de exponer algo tan simple como podría ser, por ejemplo, que “es una medida que después de analizar a profundidad, considerar pros y contras, no considerados que sea conveniente de implementar, sobre todo cuando tenemos el compromiso de no crear nuevos impuestos”.
¡Pero no! Nada tan simple, y sincero, como eso. No.
El presidente López Obrador afirmó que “es increíble cómo inventan cosas nuestros adversarios”, y desdeñando las publicaciones que se hiciera de lo señalado por Ramírez Cuellar, dijo en tono por demás enérgico,que el origen de ese infundio fueron sus adversarios del “partido conservador”, que con ello “enseñaron el cobre.” Y ya apasionado, reiteró su insistente señalamiento de que “la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía; son muy cretinos.”
Actitudes de este tipo, que comenzamos a observar con frecuencia, al igual que la estrategia de “no me hagan hablar” del mandatario, pues amenaza a quienes se oponen a sus proyectos con “decir quiénes son y cómo se beneficiarían”, con desenmascararlos “aquí, ante todos”, ya genera malestar entre quienes le escuchamos todas las mañanas, de lunes a viernes.
Ha insistido el mandatario en sus conferencias en que los que “saquearon al país”, los que usaron el poder “para hacer negocios multimillonarios” no volverán a hacerlo. Pero entonces, ¿qué mejor manera de asegurarse de que no vuelvan a hacerlo que exhibiéndolos?
Que no diga el presidente que si se siguen amparando contra el proyecto de San Lucía desenmascarará a los que lo hagan. ¡Mejor que los desenmascare ya! Y mejor aún, que de nombres, apellidos, cargos, dependencias, razones sociales de empresas y demás corruptos, para que dificultarles que vuelvan al poder. Bueno… con sus reservas. Tenemos al “señor de las ligas” aun metido en la política,
No hacerlo me recuerda a esos viejos, y muy corruptos, periodistas que decían que “la mejor información no se publica, se negocia”.
O ¿será quizá que quien acusa tiene que probar?