Obligadas a consumir una dieta vegana a causa de los altos precios de las carnes de res, cerdo y pollo, las familias pachuqueñas han reducido el consumo de estas carnes entre un 30 y un 60 por ciento, lo que pone en jaque a productores y comercializadores.
La carne de res se comercializa en estos días con precios de entre 97 pesos el kilo de carne molida “popular” –rica en grasa-, y 320 pesos el kilogramo de filete, en los supermercados, mientras que en las carnicerías tradicionales los precios fluctúan entre los 90 y 180 pesos el kilogramo.
Precios que han generado que el consumo de la carne se haya desplomado hasta un 60 por ciento en lo que va del año, informa la Federación de Tablajeros de Hidalgo.
Con precios de entre 69 pesos el kilo –las chuletas-, y 134 pesos la maciza, en los supermercados, y de 65 a 130 en las carnicerías, la carne de cerdo registró un alza en su consumo en 2018, pero ya para el presente año ha registrado un desplome en las ventas de entre 30 y 40 por ciento.
La carne de pollo dejó de ser el refugio de las amas de casa por su bajo precio, pues la misma se disparó en las últimas semanas alcanzando los 90 pesos el kilogramo de pechuga en los mercados del centro de la ciudad; 84 pesos en promedio en los supermercados, y 80 pesos en los expendios de pollo frío.
“Si no es por recomendación del médico es por lo caro que están la carne y el pollo, pero en mi casa ya la consumimos una vez por semana, máximo dos”, aseguró Cristina Samaniego, quien mostró una bolsa de compra con abundantes verduras y solo una bolsa con piernas y muslos de pollo.
Ante esta carestía, las amas de casa voltean la mirada también a vísceras como el hígado, la pata y la cabeza de cerdo y res, las tripas, la panza, así como el queso fresco “de Tulancingo, el más barato”, el chicharrón o el pescado fresco o seco, los charales, el atún o la sardina.
“Con dos latas de sardina, que capeo y hago en salsa verde, comemos muy bien y me cuestan 46 pesos”, asegura a su vez Rosa María Méndez Pliego.
Una lata de atún grande, de 28 pesos, permite además, con un kilo de papas, hacer croquetas y alimentar a toda la familia. “Nomás las acompaño con arroz y ensalada de lechuga, cebolla, jitomate y con limón, ¡y a comer sabroso!”, afirma la señora Méndez.
Calabacitas con queso a la mexicana, charales con papas y nopales en salsa verde, caldo de pescado con Rubia –de 64 pesos el kilo y poca espina-, pozole con cabeza de cerdo, habas con nopales, papas con longaniza, chicharrón en salsa verde con nopales y papas, mollejas de pollo a la mexicana, gorditas de chicharrón prensado, chayotes rellenos de queso, “y no le paro de contar cuantas recetas cocino sin carne, que está tan cara; antes compraba pollo, pero ya está carísimo también”, asegura la señora Lorena Márquez, quien tiene “el encargo de cocinar para 13 por 150 pesos. Imagínese si no le echo creatividad”, comenta.
Las carnicerías, son ventas bajas
Sin embargo esta contracción en el mercado de la carne está poniendo en riesgo a numerosas carnicerías tradicionales que han visto desplomarse sus ventas.
“La gente viene por un bistec, por un cuarto de carne molida, por medio kilo de retazo, cuando antes se vendía por kilos, o de perdida, por medios kilos”, recuerda Efrén Molina, tablajero al sur de Pachuca.
Las vendedoras de pollo desesperan. “Antes para las 12:30, cuando cerraba para ir por mis hijos a la escuela, sólo me quedaban algunas patas, hígados y mollejas, pero ahora dan las cuatro de la tarde y todavía tengo pechuga, pierna y muslo”, asegura María Inés Castañeda, quien vende esta carne en un expendio al sur de la ciudad.
Ni el pollo frío se agota
Aunque más económico que el fresco, el pollo frío tampoco se agota y en la desesperación por vender, no faltan expendios que ofrecen kilos en remate.
“Las alitas se agotan los viernes y sábado, pues las apartan quienes venden alitas adobadas o enchiladas, pero el resto de la semana se las llevan amas de casa, pues es de lo más barato que hay, a 45 pesos el kilo”, comenta una empleada de un expendio en la colonia Morelos.
En este lugar hasta hace año medio se vendían 180 pollos diarios, cifra que se redujo en este tiempo a 50 pollos, “y veces nos queda pechuga”.