Empecé mal este año, no solo por el coronavirus, otros acontecimientos lo perfilaron como uno de los más significativos. El 3 de enero murió una de mis mejores amigas de aquí de Pachuca, la periodista Dolores Michel, aunque no nos frecuentábamos como al inicio de nuestra amistad, nos mandábamos mensajes de manera regular. En los aniversarios del diario Síntesis me pasaba un muy buen rato en su mesa, tuvimos conversaciones profundas sobre diversos temas.

Una de ellas fue sobre el amor y ocurrió hace 30 años. Me preguntó – ¿oye, cuando hablas con tu mamá, con tus hermanos por teléfono les dices que los quieres?, respondí lo que mucha gente, – bueno, ella y ellos saben que los quiero, voy a Ciudad de México cada fin de semana a verlos, a mi mamá le doy su dinero cada mes, paseamos juntas, en fin- contesté.

-Pero ellos necesitan oírlo – me dijo. Seguí su recomendación, me costó trabajo la primera vez, fue como un salto de fe, no sabía expresar mi emoción. A partir de entonces, es la despedida cotidiana cuando hablo no solo con mis hermanas y hermano, sino con mi familia en general y en el caso específico de mi mamá, la que ya era una relación cercana, se hizo muy entrañable.

Y ese apego me sirvió bastante cuando mi mamá fue envejeciendo. Si me preguntaba lo mismo una y otra vez, le contestaba como si lo hubiera dicho por primera ocasión y lo hacía hasta que ella misma se daba cuenta que repetía, terminábamos a carcajadas. Fue perdiendo un poco la memoria, en ocasiones me confundía con su sobrina y yo le decía: -no, yo soy tu hija, la quinta, ¡y mira que forrazo te salió!, ella reía y reía – ¿entonces tú saliste de mí? – preguntaba, – ¡sí! -, le aclaraba, – ah, ¡entonces te tengo que querer más! -, – ¡ándale, así mero!

Mi mamá murió hace cinco años y esa gran cercanía que tuvimos en sus últimos meses de vida me permitió a mí despedirla con alegría y sin ninguna deuda. El feminismo señala que una de las primeras relaciones que tenemos que sanar las mujeres es precisamente con nuestra madre.

Con mis compañeras del círculo de lectura feminista hemos estado leyendo “Claves feministas para negociar el amor romántico”, de Marcela Lagarde, al mismo tiempo estoy leyendo el nuevo libro de Coral Herrera Gómez “Cómo disfrutar del amor: Herramientas feministas para transformar el mito del amor romántico”.

Así concluyo entonces que para aquellas mujeres que no tienen una buena relación con sus madres, es un muy buen principio desarrollar primero el amor propio que les permitirá ser más benevolentes con ellas, porque el amor propio te lleva en automático a la indulgencia hacia ti misma y en consecuencia con las, los y les demás. Y por supuesto, mientras más pronto lo hagan, mejor.

Leer tanto a Marcela Lagarde como a Shere Hite, Bell Hooks, Coral Herrera y María Martín Barranco me ha permitido, además, descolocar al amor de pareja, al amor romántico como el centro de mi existencia, mi vida desde hace muchos años ya no gira en torno a él. Y es que, en este sistema patriarcal, el amor para las mujeres es una obligación, para los hombres no.

Cuando el sistema hegemónico nos exige amar y cuidar a las, los y les demás nos aleja a las mujeres del amor propio y eso tiene consecuencias severas sobre nuestra búsqueda de la felicidad y la plenitud, porque depende de los demás y eso nos pone en un grave riesgo de sufrir violencia, ¡claro en nombre del amor!

Hay muchos tipos de amor, ubíquenlos, hagan su lista de cuántos de ellos gozan, uno es precisamente el materno, pero hay muchos más. Miren esta pandemia se está llevando a muchas personas queridas, pero también está poniendo lo verdaderamente importante en el centro, donde debe estar.

Qué mejor regalo para su mamá que decirle cada vez que hablan con ella, que la quieren, no solo el 10 de mayo. Eso sí hay que ser congruentes entre lo que se dice y lo que se hace.

Así el feminismo me ha permitido identificar que amo en distintos niveles, es decir, quiero sinceramente a mucha gente, amo a un poco menos y puedo contar con los dedos de la mano a quienes amo profundamente.

Querida mamá, ¡te sigo amando profundamente!

 

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