Raúl García Gutiérrez
La afirmación de Esteban Moctezuma es contundente: Sin la aportación esencial de los maestros, no se cierra el círculo virtuoso del aprendizaje. La televisión no los puede sustituir. El pupilo requiere la presencia del guía, del orientador, del facilitador del aprendizaje. Nunca se podrá comparar un mensaje de texto o un correo electrónico con la explicación paciente de un docente.
Se reconoce ampliamente el esfuerzo del gobierno federal para llevar los contenidos educativos al mayor número posible de educandos; hay limitaciones, regiones completamente marginadas y aisladas, donde se puede encontrar un refresco de cola, pero no una señal de televisión, radio o internet. Pero ahí estará un docente listo para solventar los obstáculos que se presenten.
La “Reforma Educativa” del sexenio anterior puso al magisterio nacional, ante la sociedad mexicana, como los “malos” del cuento, aduciendo falta de profesionalismo y un sinfín de señalamientos que debían ser corregidos con evaluaciones rigurosas. Les dio lo mismo evaluar al profesor de la ciudad que al de una comunidad pobre y marginada. La política educativa de Aurelio Nuño (quien por cierto ni es profesor, nunca se ha parado en un aula a enseñar y no sabe “ler”) pretendió equiparar a las escuelas mexicanas con las de Finlandia.
Y los maestros, con una gran vocación de servicio y pujante entusiasmo, resistieron los embates. Ahora, después de conocer la trágica situación de nuestro sistema de salud nacional, el país se percata de la realidad del sistema educativo mexicano, con escuelas sin sanitarios, agua potable, drenaje, aulas apropiadas. Y ya no hablemos del equipamiento, computadoras, internet, proyectores, etcétera, etcétera, etcétera.
Las conmovedoras imágenes de una maestra colgando su celular en un gancho de ropa para grabar un video para sus alumnos; la foto de Daniela y Miguel, dos niños de educación primaria, sentados en la banqueta junto a un poste del C5 de la Ciudad de México, para conectarse a la red wi-fi gratuita; cientos, más bien, miles de educadores decorando sus salas o algún espacio de sus hogares como salón de clases, a fin de atender a sus pequeños estudiantes, son botones que muestran la grandeza de México para sobreponerse a las adversidades. Nada puede contra la fuerza indómita de nuestra gente.
Y los maestros ahí siguen y seguirán, fieles a su apostolado y a su vocación. Los niños los extrañan, ¡y no se diga las mamás! Esta crisis los encontró con debilidades tecnológicas como el uso de plataformas, educación virtual, celulares y computadoras descontinuados y muchas más, pero a través de las múltiples capacitaciones que ha impartido SEP en su alianza con Google for Education y la iniciativa personal de muchos otros docentes en prepararse por su cuenta, pagando cursos privados, a fin de no verse rebasados por los padres o los alumnos, los maestros están demostrando una vez más, su gran compromiso con uno de los tesoros más preciados que tenemos, la niñez y la juventud.
Un alto porcentaje de la población cree que los maestros han estado en sus casas, descansando, mientras las mamás se vuelven locas con los hijos en casa, el teletrabajo, las ocupaciones domésticas y, además, el apoyo a sus hijos con las clases y las tareas.
Es una visión errónea de la realidad. Aparte de tomar las capacitaciones en herramientas digitales y enseñanza remota, los profesores están, prácticamente, sin un horario laboral fijo, recibiendo indicaciones de sus jefes, atendiendo dudas, preguntas y quejas de padres de familia, a cualquier hora del día, cualquier día de la semana; planificando de forma diferente sus clases para afrontar la nueva situación; asistiendo y participando en múltiples reuniones virtuales para establecer las estrategias y plan de acción previo al inicio del ciclo escolar, con falta de experiencia en la educación a distancia, pero con un gran corazón, voluntad y ganas de cumplir con su deber.
Los maestros mexicanos son los que harán posible que el ciclo escolar 2020-2021 sea importante, trascendente y útil para los millones de niños que anhelan regresar a los edificios escolares. La ONU avizora un futuro sombrío para esta generación de estudiantes, pero si todos y cada uno de nosotros lleva a cabo la parte que nos corresponde, como papás, hijos, maestros, autoridades educativas, lograremos que el impacto sea menor. Como el ave fénix que se levanta entre las cenizas, así se levantará el magisterio mexicano, guiando y liderando a todos aquellos que confiamos en ellos.
Agradezco los comentarios recibidos y leo los nuevos con gusto.
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