Jesús Cruz Fernández

Dice un proverbio: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción, siembra una acción, cosecha un hábito, siembra un hábito, cosecha un carácter, siembra un carácter y cosecha un destino”.

Todas las personas en la vida diaria, tenemos una rutina, una serie de actividades que realizamos desde que despertamos hasta que llega la noche y nos vamos a dormir. Lo hagamos de manera consiente, planificada o simplemente de manera mecánica, son nuestros hábitos que pueden ser muy diversos: desde hacer oración, meditación, ejercicio, desayunar, ir a trabajar, relacionarnos con los demás, formas de divertirnos, pasatiempos, como resolvemos nuestros problemas etc.

¿Hemos analizado nuestros hábitos? ¿Nos hemos puesto a pensar si son hábitos negativos y nos están causando problemas? O es probable que sean positivos y estemos cosechando grandes satisfacciones. Un hábito son acciones que se repiten de manera constante en el día día, de tal manera que al paso del tiempo estos hábitos forman el carácter de las personas que no es otra cosa que la forma de pensar y actuar de los individuos, su forma de ser.

El hombre es un ser con capacidad de pensar, razonar, analizar, distinguir y decidir sus acciones, elige constantemente el hacer las cosas bien, regular o mal, según sus hábitos, de esto naturalmente habrá resultados o consecuencias, que también serán resultados buenos, regulares o malos, todo depende del interés de las personas, según la forma de vida que eligen llevar. Pero si queremos formar hábitos positivos que den como resultado un carácter y un destino exitoso, debemos analizar cómo se estructura un hábito, que partes los conforman y como desaprender unos y aprender otros que sean mejores y más efectivos.

Un habito esta conformado de tres aspectos: el conocimiento, la capacidad y el deseo. El conocimiento implica el conocer que es lo que quiero, en los diferentes aspectos de mi vida, si identifico como quiero ser como hijo, hermano, padre, profesionista, pareja, amigo etc., a su vez debo pensar también por qué lo quiero hacer, lo que me impulsa a realizar mis acciones y el que hacer para lograrlo, es decir las acciones que necesito realizar. La capacidad, es el cómo hacer las cosas, como llevar a cabo las acciones, es pensar en una forma, una estrategia que me permita lograrlo.

Finalmente el deseo, las ganas de lograr las metas, porque, se puede conocer el que hacer, por qué hacerlas las cosas y el cómo hacerlas, pero si no tienes un deseo fuerte por lograrlo nunca se hará un hábito, una acción constante, diaria en nuestras vidas, que permita poder alcanzar un carácter y un destino. Recordemos como dice el Poema “En Paz” de Amado Nervo: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino…”

La vida es un espejo en el cual solo vemos el reflejo de lo que nosotros somos, si veo gente alegre es porque estoy alegre, si veo el día triste es porque yo lo estoy, si estoy enfadado, la gente me responderá con enfado, si doy atención, consideración, amabilidad, la gente me responderá de la misma manera, tal vez no todas las personas pero en su mayoría lo hará, no es posible sembrar espinas y cosechar rosas y al revés, si siembras rosas cosecharas rosales, la vida nos da todo aquello que sembramos, por ello en la niñez y adolescencia es tiempo de preparar la tierra, con los buenos hábitos de estudio y la colaboración en el hogar, después vine la etapa de la siembra que es la edad adulta en donde hay trabajar, formar una familia y ser productivos, finalmente en la vejez es la época de la cosecha, es recoger todo aquello que sembramos.

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