Decir “te amo” es mil veces más sencillo que demostrarlo con los hechos…

La existencia de una tercera persona nunca pasa desapercibida, tal vez en un principio si, pero tarde o temprano se va volviendo una presencia constante, un muro que separa el terreno que antes fue de dos.

Y aunque la persona infiel suele ser bastante hábil sin darse cuenta va dejando señales de alarma para su pareja.

La locura inicia ante la duda, con la disonancia cognitiva que provoca la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Aunque cada persona que elige iniciar una relación aparte de la que ya tiene presenta conductas distintas, suele haber cambios notorios en su estilo, sus hábitos, volcándose más cariñoso con la pareja o manifestando una clara frialdad e indiferencia.

Hay casos en que la relación nueva es pasajera, y no da tiempo ni espacio a las manifestaciones abiertas de lo que está ocurriendo, y hay otros en los que va más allá, hay un enamoramiento que difícilmente se puede disimular, se resta importancia a la pareja inicial, se descuida la relación, disminuyen las manifestaciones de amor, la presencia se vuelve vacía, se está sin estar.

La falta de energía para la relación se hace cada vez más latente, ya no importa nutrir el vínculo anterior, y contraria mente a lo que se quiere creer, puede ser que haya amor, un amor filial, no apasionado hacia quien estaba antes.

La locura inicia cuando la pareja formal se empieza a dar cuenta y pregunta o hace reclamaciones, pocas personas admiten que ya están en otra relación, un alto porcentaje evade el tema, bromea al respecto o aún más complicado, se indigna ante lo que hace parecer como una injusta duda.

La persona engañada se desconcierta, se avergüenza de poner en tela de juicio la honestidad de su pareja, se disculpa y trata de no volver a cometer el mismo error, hasta que nuevamente quien engaña da muestras de que no se estaba equivocándose al dudar.

Hay quienes se vuelven mejores amantes, llenan de detalles que ya no tenían con su pareja, simulan sentirse completos en la relación, o van distanciando los encuentros amorosos, hasta que no queda la mínima demostración física de amor.

Estar, sabiendo o no (cuando se ama) dentro de un triangulo lastima la autoestima, confunde, vuelve hipervigilante a la persona más confiada, aparecen los celos, el enojo, la decepción, la tristeza y la apatía.

Si los celos entran por la puerta la confianza sale por la ventana y en el amor sano es básico saber, tener la certeza de que el otro no haría nada para lastimarme intencionalmente, y es probable que una de las razones por las que quien engaña no lo acepte es la intención de no lastimar a su pareja, por gratitud o tristemente, por lastima, nada de esto libera del dolor a quien sigue amando y siendo fiel a su pareja.

Hay quienes deciden confrontar abiertamente y decir lo que piensan o ya saben que está sucediendo, y también quienes por no tener la seguridad de que así es no tienen el valor de arriesgarse a encarar lo que están sintiendo frente a su pareja, y también están, quienes tienen tanto miedo de develar la verdad que prefieren autoengañarse, sabiendo que solo están postergando el dolor de admitir la triangulación.

Vivir dudando de la pareja es desgastante, es locura en potencia…
Estar alerta, no creer, buscar constantemente la confirmación de que lo que su pareja cuenta es cierto, termina con la salud física y mental de quienes preferirían darse cuenta de que su pareja es inocente y ellos o ellas están rayando en la locura.

¿Tiene caso evitar la realidad? Si es tu elección y te sientes realmente bien, tienes el derecho de elegirlo así, pero, si la triangulación y los celos te tienen al borde de la crisis, si están afectando tu vida en diferentes áreas, si dañan tu autoconcepto o si lo estás “aceptando” por miedo a perder a tu pareja, la mala noticia es que desgastarte o anularte no soluciona ni termina con el desamor.

Si no confías en la persona que amas, si te sientes desplazado, ignorado, traicionado… y sobre todo, si realmente es así, seguramente te preguntas “¿por qué está actuando así? ¿Por qué no te dice la verdad?, ¿qué siente por ti?…

No lo vas a saber, por lo menos, no por ahora (o nunca), lo que es fundamental es preguntarte: no porque el otro hace lo que hace, o porque te engaña, sino porque te estás haciendo esto tú mismo, porque estar en medio de una relación así va en contra no solo de tu autorespeto sino también de tu salud mental y también física.

Es doloroso descubriste engañado, la traición lastima profundamente, y es aún más lastimero engañarse a sí mismo, culparse, perder el amor propio, subestimarse, compararse o conformarse con el poco “amor” y atención que alguien a quien amas tanto considera que es “suficiente” para ti.

Decide lo que quieras, lo que hoy te sea posible hacer, si vas a perdonar, hazlo, si van a seguir juntos acudan a terapia de pareja, está comprobado que más que la triangulación lo que destruye una relación después de esta son las secuelas de la misma.

Si eliges poner fin a la relación, renuncia a mirar a distancia la vida de tu expareja o la secuencia de su actual relación.

Lo que necesitas ahora es es elaborar tu duelo y enfocarte en ti.

Toma en consideración que cerrar los ojos no cambia las elecciones de otro, que luchar por la fidelidad no la asegura, y que desear con todo tu ser o amar profunda e intesamente no te hace recuperar lo que ya no hay.

Ámate tanto y tan bien que prefieras no permanecer en donde has dejado de sentirse seguro, donde no solo te hace daño las conductas o las omisiones de tu pareja sino también el maltrato que te haces dudando, sufriendo por celos, perdiendo seguridad en ti y negándote la oportunidad de coincidir con quien si esté dispuesto a amarte con honestidad.

Si lo que te da miedo es estar solo, quizá es tiempo de que te des cuenta de que ya lo que estás… ¿Lo pensé o lo dije?
Un abrazo
@Loreparchen
Conferencista
Psicoterapia presencial y en línea
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