La historia siempre tiene una lección para el presente.

Entendemos que un líder es una persona que se ubica a la cabeza o al frente de un grupo, organización o movimiento social. Los hay quienes son líderes de opinión, políticos, sociales, económicos, religiosos.

También es líder algún producto. Esto lo vemos con mucha frecuencia en las tendencias de la moda, particularmente en los aparatos de comunicación, como también en la ropa, aparatos electrodomésticos, vehículos y un largo etc.

Por su parte, los caudillos, particularmente en el siglo XIX y XX, surgen en la milicia, la política y en la ideología. Notoria presencia de estos personajes la hubo en América Latina.
Los caudillos no fueron cabecillas populares, más bien, controlaban sectores públicos, lo que hacía que se hicieran de una coalición de fuerzas específicas.

Sin embargo, en la vida diaria nos preguntamos ¿Qué es lo que hace que una o varias personas sigan a otra? Llamando la atención que a uno lo sigan a regañadientes y a otro con toda pasión hasta el fin del mundo.

La diferencia estriba en las cualidades, las virtudes, los valores, conducta y actitud de cada persona, y que, además, son capaces de transmitirlas. Logran hacer que sus seguidores sientan en carne propia sus ideas y posicionamientos ante los desafíos o problemas comunes. El líder simplemente hace que las cosas se hagan.

Y qué hay con las características de los caudillos. Eran carismáticos, de manera que accedían al poder por medio de procesos informales. Generalmente con discursos hechos a la medida de lo que se deseaba escuchar, lo que ahora conocemos como populistas, esto les posibilitaba integrar con facilidad a las masas. No usaban conceptos claros, lo mejor era la retórica simple y dogmática.

Se les consideraba como personas excepcionales, con la peculiaridad de representar la capacidad de defender los intereses comunes y una capacidad de mando político-militar (https://enciclopediadehistoria.com/caudillos/ ).

Sin duda, eran ambiciosos, especialmente de poder político y militar, lo que significaba el control pleno de las fuerzas que dan contexto al orden de un país.
Les rodeaba un prestigio económico, de origen de ser terratenientes o militares encumbrados con negocios propios y varios, que, por supuesto eran muy fecundos.

En nuestro país, durante el siglo XIX, fueron líderes destacados aquellos que nos hicieron libres como personas, quienes nos permitieron dejar de ser súbditos de la monarquía española y su inhumano yugo, para ser ciudadanos mexicanos, cuya vida se rige por una Constitución Política, que garantiza nuestros derechos y recuerda nuestros deberes.

Nuestro primer líder lo fue el cura Miguel Hidalgo, quien fue acompañado de otros importantes liderazgos como Leona Vicario, Josefa Ortiz, Ignacio Allende, José María Morelos y Pavón, Juan Aldama, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria (cuyo nombre verdadero fue José Ramón Adaucto Fernández y Félix) y Mariano Jiménez. Ellos en la primera etapa de la guerra de independencia.

Pero también surgieron caudillos, como el mismo Agustín de Iturbide, que, al ser derrotado por la habilidad y experiencia militar de Vicente Guerrero, decide ceder y hacer la paz por medio del abrazo de Acatempan, formar el ejército trigarante y hacerse de la Presidencia de México.

Siempre buscó ubicarse en el lado ganador. De inicio reprobó y criticó el actuar de Miguel Hidalgo, y se alineó con el ejército realista, en su opinión para acabar con la lucha, pero en 1821 se formó con los insurgentes. Se proclamó el primer emperador de México, pero las revueltas iniciadas por establecer una vida republicana, lo llevaron a abdicar en 1823. Fue fusilado un año después.

La historia nos muestra una lección que debemos aprender y que comentaremos en la próxima entrega.

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