Por: Bethel García Vargas.

Hace aproximadamente una semana fui dada de alta, después de haber dado positivo a COVID 19 a mediados de diciembre.

Al principio de la pandemia escuchaba comentarios que el coronavirus «se curaba con tecitos», con puro paracetamol, que «era como una gripita». Pasaron los meses del confinamiento en casa y tomé mis precauciones al salir: uso de cubrebocas constante, gel antibacterial todo el tiempo, spray desinfectante, careta en ocasiones en las que acudía a lugares cerrados con más personas.

Principalmente estás medidas fueron porque sabía que si yo me llegaba a infectar podría infectarse mi familia y ellos pertenecen a los grupos vulnerables; sentía más miedo de contagiar que de contraer la enfermedad.

Desgraciadamente a mi familia alguien la contaminó, nunca supimos de dónde vino o quién fue exactamente, pero llegó el virus y casi toda mi familia materna y yo dimos positivo a Covid ¡AL MISMO TIEMPO! Nos aislamos inmediatamente, desafortunadamente como no reconocimos a tiempo los síntomas de esta terrible enfermedad para tres integrantes de mi familia el ataque del virus fue fatal, ellos lucharon hasta el último momento de su vida y sé que fueron muy valientes al enfrentar esta situación; cada uno de ellos nos ha dejado un gran vacío que no podremos llenar jamás, pero siempre los recordaremos con mucho cariño y amor.

Ha sido un proceso largo, mis síntomas fueron los que se dijeron muchas veces en las conferencias de Salud: fiebre alta, pero no como cualquier fiebre, porque te enfriaba el cuerpo, temblaba sin poder controlarme, el medicamento no me hacía efecto rápido, después de la fiebre, el dolor intenso de cabeza todo el día, como migraña constante, vómito, deshidratación, taquicardias, leve descenso de la oxigenación.

El médico que me atendió me dijo que tenía principios de neumonía y que mi pulmón derecho empezaba a dañarse, sentí que mi mundo se venía abajo, me dieron antibiótico, inyecciones para desinflamar mis pulmones, analgésico, el cual servía para controlar mi fiebre pero ésta se repetía antes de la siguiente toma, y creía que el dormir me ayudaría, era lo único que me confortaba, pero ¡oh sorpresa!, no fue así porque el virus también atacó mi sistema nervioso, específicamente inflamó un poco mi cerebro haciendo que tuviera alucinaciones auditivas, las noches fueron eternas, porque no podía dormir, escuchaba que personas hablaban en la sala de mi casa, y cuando cerraba los ojos tenía pesadillas.

Hubo ocasiones en las que no podía despertar aunque me hablaran. Yo y ya no quería dormir porque no sabía cuál era la realidad, si realmente había pasado algo o si yo había hecho lo que alucinaba. Me costaba distinguir la realidad de la alucinación, pasé aproximadamente ocho días con los síntomas severos, a pesar de tener medicación, todo era una pesadilla, y aunque yo me sentía mal físicamente tenía que cuidar a mi papá, que se puso muy delicado. Él también enfermó y siendo de un grupo vulnerable, por su edad y enfermedad (diabetes); finalmente mis síntomas fueron disminuyendo y el 25 de diciembre como «regalo de Navidad» me sentí bien por primera vez en 15 días y me dijeron que ya había superado el Covid, todo lo que sintiera después serían las secuelas, y sí, cuando bostezaba sentía horrible, se me enfriaba el pecho y sentía que se me cerraba la garganta, yo ya no quería bostezar más.

Durante el tiempo que duró mi enfermedad sinceramente no me dieron ganas de leer un libro, o cocinar, o hacer algo, porque el Covid me quitó las ganas de hacer cualquier cosa, me tiró en cama, cada seis horas aproximadamente o menos te recuerda con las fiebres altas que sigue instalado en tu cuerpo y que está atacando cada célula de tu sistema, para mí haber tenido Covid fue lo peor que he sufrido.

Por favor cuídese, yo no creí que me fuera a tocar y creía que si me llegaba a dar igual y podía ser asintomática y no sentiría nada, o que mis síntomas serían muy leves como una gripa normal con la que puedes seguir haciendo tus actividades, desgraciadamente no fue así, aunque mis síntomas fueron mucho más leves que los que tuvieron mis papás o mis tíos, que sí necesitaron oxígeno y algunos lo siguen necesitando, fue una experiencia que verdaderamente no se la deseo a nadie.

Me permito recomendarles que usen cubre bocas, lávense las manos muy bien. Esta enfermedad no es un chiste, no digan que de algo se van a morir, porque si se pueden morir, piensen en ustedes y en su familia, que es lo más importante que se tiene.

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