Rodrigo Obregón Sánchez
Ella llevaba algún tiempo diseñando el jardín de sus sueños. Lo concebía como un espacio íntimo donde podría pasar momentos de reflexión, de estudio o de juego para los niños. Sería un punto intermedio de su existencia, un puente entre el mundo de las ideas y la vida misma. En él se podrían conjugar los aspectos más trascendentes de su desarrollo personal. Sería el marco ideal de sus sueños y sus pasiones. El origen, el lugar donde su creatividad naciera y le impulsara por su vereda profesional.
Por lo tanto, su concepción debía sugerir lo mismo que la vida ofrece. Ella concebía la vida como un espiral interminable que cambia a cada paso, en cada vuelta. Así su jardín, sabía que cambiaría día con día, diario podría encontrar algo distinto, eso era motivo suficiente de entusiasmo y esperanza para llevar a cabo la tarea.
Anhelaba verlo crecer y evolucionar, pararse en sus rincones para jugar a escuchar las novedades que le contaría la bugambilia, siempre coqueta y vanidosa. Las estaciones del clima serían la confirmación de que el cambio es inexorable. Todo se mueve. Seguramente se presentarían momentos en que el jardín sufriría de los embates del invierno, nada podría hacer ella para evitarlo, pero, sin duda, el sol saldría nuevamente.
Ella pensaba que todos hemos pasado por duras pruebas, éste jardín no sería la excepción; su pensar la consolaba y planeaba la distribución ideal para ubicar sus flores en el mejor sitio de manera que las inclemencias causaran el menor daño posible. Cuando visitaba el lugar elegido, se decía a sí misma -Aquí voy a sembrar un arce- sabedora que su sombra refrescaría las tardes de verano y los colores que con que se pinta en otoño le recordarían las calles de Eindhoven, su lugar favorito; -Aquí construiré un sendero de flores- de manera que sus pasos tuvieran un marco de colores para cada día. Vislumbraba los atardeceres en su jardín y se deleitaba con su pensamiento.
Ella asumía que todos somos distintos y las circunstancias se presentan de manera exclusiva para cada uno. Y aunque aún no existía su jardín, ya lo amaba. Lograr la consolidación de un proyecto de jardinería, como la mayoría de las empresas, requiere que el proyecto se construya dos veces. La primera es en la mente, aunque se tenga la necesidad de bajar las ideas a papel, es en la mente donde el jardín toma forma y sentido. La segunda construcción es al momento de que se materializa la idea en el espacio físico. Cuando la idea es sólida, la construcción física se facilita porque se han considerado todos los detalles. Ella era consciente de eso. Pero también de que ese espacio sería el punto de reunión familiar, la lejanía le pesaba de sobremanera, pero se consolaba al pensar que en algún momento del futuro estarían todos los que quiere presentes, todos en su jardín amado, todos juntos para por fin, vivir la vida que sentía que le habían robado.
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