Jorge Esqueda
La toma de posesión o inauguración, como dicen los estadunidenses, de Joe Biden como cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos, ocurrirá cuando el mundo da una caótica lucha contra la pandemia de Covid-19, y hay pocas esperanzas de que ese nuevo gobierno haga aportaciones significativas a ese combate.
La razón es doble: Estados Unidos es uno de los países más afectados por la enfermedad que produce el SARS-CoV-2, como lo muestran los más de 400 mil decesos que sumaba horas antes del cambio de gobierno, al mismo tiempo que tiene su propia batalla interna para reconciliarse consigo mismo.
Parte de los mensajes previos del nuevo gobierno estadunidense reflejan esa necesidad de reconciliación, cuya urgencia se vio con dramatismo con la inédita toma del Capitolio, la sede del poder legislativo, el seis de enero. Quedó de manifiesto la gran distancia entre importantes sectores de la sociedad y sus políticos, pero también entre grupos de estadunidenses que ven hacia horizontes diferentes.
La reconciliación es imperativa para el vecino del norte, más aún cuando Donald Trump, quien supo ver esas diferencias y sacar partido de ellas, ya dijo y advirtió en su mensaje de despedida que “la lucha apenas comienza”.
Mientras, el mundo espera que Estados Unidos retome varias tareas que están pendientes y urgen. Un ejemplo es la lucha medioambiental, en concreto el abatimiento de las emisiones que generan el calentamiento global, donde por más metas que se pongan, sin la contribución estadunidense nada se logrará y la temperatura del planeta seguirá subiendo.
Nuestra región tiene también pendientes que demandan una nueva toma de posición de Washington. Destacan por su urgencia los casos de Venezuela y Cuba pero también América Central, en particular los países del llamado Triángulo Norte.
La recién concluida administración Trump apoyó a la oposición al régimen venezolano para obligarlo a salir del poder y fracasó de manera rotunda. El gobierno del presidente Nicolás Maduro sigue despachando desde el Palacio de Miraflores y tiene ya la mayoría legislativa, pero en la empresa de desconocer al heredero de Hugo Chávez, jaló a media Latinoamérica que ahora si no enfrentada, al menos está alejada de Caracas, sin que haya habido algún fruto de esa política.
Más grave, mucho más grave, es el caso cubano. El gobierno estadunidense que encabezó Barak Obama, inició un proceso de apertura y acercamiento hacia Cuba que no se consolidó pues el embargo comercial, financiero y económico a la isla siguió, aunque las acciones de acercamiento fueron importantes.
El ya terminado gobierno Trump se encargó de poner reversa en todos esos pasos hacia adelante sin lograr algo en concreto, salvo dificultar las condiciones de vida de los cubanos, lo cual hizo hasta casi el día final de mandato, con nuevas sanciones de última hora.
Mientras tanto, en Guatemala, Honduras y El Salvador que conforman el Triángulo Norte, la situación de violencia y retraso económico siguió igual, con lo que la migración sin documentos desde esos países a Estados Unidos siguió sin cambios, salvo el de enfrentarse a una política migratoria redoblada en su severidad.
A diferencia del cerco contra Caracas y La Habana, Washington no fue más allá de las declaraciones en los casos de Guatemala, Tegucigalpa o El Salvador, mientras como ya se dijo, redoblaba la dureza de su política migratoria hacia las personas de esos países que deseaban y desean pisar suelo estadunidense en busca de mejores condiciones de vida.
De ninguna manera se propone cualquier clase de intervencionismo hacia la región, por el contrario, América Latina ganaría mucho si sus propias fuerzas políticas son las fijen su camino, aunque desde luego políticas financieras y comerciales de apoyo serían bienvenidas.
De salida: Con México la situación es diferente. Nuestro país es ya parte de la región norteamericana y un solo bloque con Estados Unidos y Canadá, donde los muros no caben. Conceptos como autodeterminación o soberanía deben ser vistos de manera diferente, en forma parecida a lo que pasa con los países de la Unión Europea. Pero esa es otra historia que merece un capítulo aparte.
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