Si algo ha faltado en el combate a escala mundial de la actual pandemia desatada por el coronavirus SARS-CoV2 es liderazgo también a nivel mundial, lo que ha hecho que esta lucha muestre, al menos, falta de coordinación, y una de las áreas donde más hace falta es la correspondiente a las vacunas, sobre todo ante el hecho de que las cifras de producción son inferiores a las de la población mundial.

En este febrero ningún país puede declararse libre de la Covid-19, la enfermedad que genera el coronavirus, que transita ya por el catorceavo mes de pandemia si contamos desde que a fines de diciembre de 2019 China alertó de lo que entonces era un brote.

Nueva Zelanda, que ha destacado por sus esfuerzos, se alarmó esta misma semana al descubrir tres casos de la variante sudafricana del coronavirus, la cual contagió a los pacientes en un hotel destinado a cuarentenas de personas sospechosas de contagio. Los reportes llegados desde ese archipiélago de Asia Pacífico señalan que el uso del código QR para seguir los potenciales contagios ha caído.

Alemania, cuya jefa de gobierno ha sido alabada por su forma de lidiar con la crisis pandémica, apenas y puede lograr avances y sus restricciones a la movilidad durarán hasta el 14 de este febrero, con actividad económica no esencial cerrada y escuelas sin actividad presencial.

También destacan ejemplos poco conocidos, como Vietnam, que aplicó desde el principio las clásicas medidas de cubre bocas, sana distancia y cuarentenas en zonas con casos, todo reforzado con recordatorios diarios a su población vía telefónica, lo que le ha valido muy bajas cifras de contagios y decesos pese a su extensa frontera con China.

Algunas coincidencias se van perfilando en los casos de éxito: la cercanía de sus autoridades con la gente, la firmeza gubernamental en la aplicación de las medidas, el cierre de fronteras, así como una mezcla de disciplina de la población y de confianza hacia su gobierno, un coctel que no todos los países pueden presumir.

Lo inesperado de esta pandemia y en consecuencia la falta de estrategias, recursos humanos y materiales para enfrentarla en la mayoría del mundo, junto con el negacionismo social y de algunos gobiernos, parece haber convertido a cada país en especie de feudos donde sus gobiernos hacen lo que pueden, algunos mucho, otros poco y no ha faltado los que nada hacen, lo cual afecta ahora a la obtención, distribución y aplicación de las vacunas.

Un liderazgo mundial en esta área parece inexistente. Técnicamente debería de corresponder a la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero como el conjunto del sistema de Naciones Unidas, sus disposiciones no son obligatorias, y menos cuando fueron saboteadas abiertamente por el gobierno de Estados Unidos.

En ese marco las vacunas parecen estar siguiendo la mecánica de una mercancía más.
La población mundial es de alrededor de siete mil 500 millones de personas, y datos de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) divulgados a mediados de agosto pasado, la capacidad de producción de vacunas Covid era de dos mil a cuatro mil millones de dosis para fines de este 2021, es decir, en números gruesos, para una cuarta parte a la mitad de la población sin considerar si se trataba de vacunas de una o dos dosis.

La ampliación de la planta productiva no traerá aumentos dramáticos, de tal manera que de tres cuartas partes a la mitad de la población mundial podría quedar sin defensa este año. Esto de ninguna manera es una buena noticia ante un coronavirus que muta, con las posibilidades de que lo siga haciendo y de que sea necesaria una vacunación anual.

Ahí es donde hace falta ahora también un ahora liderazgo mundial. La producción no se puede incrementar de la noche a la mañana no solo por los recursos necesarios, sino porque haría falta conseguir todos los elementos materiales para su construcción y operación, y también, el personal. Lo anterior no quiere decir que sea imposible en un plazo corto aumentar la fabricación, pero hace falta liderazgo.

Se ha esgrimido ya la necesidad de liberar las patentes. Con 43 diferentes vacunas en estudio en total en el mundo según datos de la OMS, ese no parece ser el punto prioritario, salvo para generar discusiones estériles que no llegan a ninguna parte.

Y otro punto importante es de a quien aplicarlo. ¿A la población de los países pobres porque tienen esa condición, o a los de mayor desarrollo económico porque son la locomotora económica mundial? Desde luego, la discusión en este punto tampoco es racional, sino de fuerza…de la fuerza económica de cada jugador.

La vacunación anti Covid es una faceta más de las preexistentes desigualdades mundiales, donde existe poco espacio para aplicar criterios racionales, aunque cientos de miles de vida estén en juego.

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