La pandemia de Covid-19 producida por el coronavirus Sars Cov-2 cumplió un año de que llegó al mundo occidental desde Asia, empezando por Europa, y comenzaron ya sus efectos directos en la política. Ejemplos son Alemania y Paraguay.

Desde el primer momento del reconocimiento de su aparición pública, virus y enfermedad formaron un trinomio con la política, el cual se mantenido hasta ahora.
Podríamos aventurar si la derrota del ahora expresidente estadunidense Donald Trump estuvo relacionada con su manejo negacionista, pero ese tipo de conducta fue un elemento más de la política estrambótica del exmandatario, seguida por millones de sus conciudadanos, como lo demuestra que en días pasados se reportara que muchos de ellos esperaban su regreso al poder, lo cual no sucedió.

El caso de Alemania es el más relevante, pues este año se despedirá la canciller federal -jefa de gobierno- Angela Merkel. Su adiós, sabido desde antes de la pandemia, será el fin de toda una era no solo en ese país sino en Europa, dado el poder y el respeto que tiene la política conservadora.

Por eso los primeros comicios de este año electoral en Alemania, se tomaban como reveladores de lo que podría suceder en septiembre, cuando se elegirá al próximo gobierno alemán. Desde esa perspectiva los resultados han sido desalentadores para la coalición conservadora de gobierno actual.

En Baden-Württemburg, uno de los 16 estados -länder- que integran el país, su gobernador, el verde Winfried Kretschmann logró su tercera gestión gubernamental inclusive con más sufragios en 2016, en su primera reelección.

En el otro länder donde hubo elecciones la triunfadora fue la socialdemócrata Malu Dreyer, quien también se reeligió, aunque con menos votos que hace cinco años. En ambos casos los triunfos hablan de la buena gestión de los gobiernos locales, pero también marcan, de acuerdo a los analistas de la política alemana, la desaprobación por el encierro pandémico, lenta vacunación y casos de corrupción derivados precisamente de la pandemia.

El disgusto por el encierro es mundial, aunque en Alemania ha impulsado manifestaciones finsemaneras como en la mayoría de países europeos. El argumento de que se atropella la libertad es el que más se maneja, haciendo un dilema falso entre encierro preventivo o libertad, sin pensar en el poco valor que tiene la libertad cuando uno está muerto.

Lo de la corrupción es inadmisible. Legisladores de los partidos conservadores miembros de la coalición de gobierno crearon empresas para intermediar con insumos médicos, pero sus comisiones fueron excesivas, un elemento que pesó el domingo.

El otro caso relevante es Paraguay, que hasta fines de junio tuvo una curva virtualmente plana, pero el alza que registró en ese mes tuvo un pico en septiembre y luego alzas y bajas hasta que el cinco de febrero se disparó, al igual que el enojo social.

La corrupción fue responsabilizada del ascenso de casos y de los problemas en la atención médica, agudizados por la vacunación que como en la mayoría del mundo, va lenta por el escaso número de dosis que ha recibido el país, lo que en conjunto ha llevado a marchas y a una reestructuración del gabinete, sin que se vea cerca de realizarse la demanda de que dimita el presidente Mario Abdo.

Algo parecido podría ocurrir en Uruguay, donde la gente aún se pregunta qué pasó. Una gráfica del sitio ourworldindata.org muestra desde marzo hasta fines de septiembre una curva plana y baja en el número de infecciones de Covid-19, pero de pronto, desde esa fecha hubo un disparo que creó un pico que cayó hacia fines de febrero pero subió, y más que el primero, y es el que ahora se mantiene.

Al parecer, ya que el análisis es incipiente, la disciplina de los uruguayos se relajó en las vacaciones australes sumado a la cercanía brasileña, donde gobierna otro negacionista, el presidente Jair Bolsonaro, y que tiene un historial negro en el manejo de la pandemia.

Los brotes de contagio político de Covid-19 se encuentran muy ubicados, pero un diagnóstico rápido a la luz de esas experiencias, marca que mantener a raya la corrupción, gestionar con eficiencia y oportunidad la vacunación y lograr que la gente se cuide, conforman la tríada de conservación de la salud política.

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