Galdino Rubio Bordes
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” Juan 8:12.
En esta semana que transcurre tiene su lugar uno de los eventos más celebrados por cristianos que es la Semana Santa, que además de ser una gran tradición, tiene un significado específico: conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Cada año se realiza entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El otro evento es su nacimiento, es decir, la navidad que se celebra de la noche del día 24 al día 25 de diciembre.
La celebración de la semana santa inicia con el domingo de ramos de palma, símbolo judío de triunfo y victoria, y es la triunfal entrada de Jesucristo en Jerusalén, en un burro, para marcar la diferencia con los conquistadores romanos y demás, que hicieron su entrada a caballo. El asno es un animal de carga, carga como la cruz que llevó en su espalda.
El lunes santo es la unción de Jesús en Betania, en la casa de Lázaro, al que resucitó de entre los muertos y fue ahí el espacio donde María, Hermana de Lázaro, tomó un perfume con esencia auténtica de nardo, cuyo costo era muy alto, haciendo de inmediato una atmósfera sublime, encantadora con su aroma. Estaba presente Judas Iscariote, el traidor de Jesús y quien lo entregó, y que increpa a María preguntándole ¿Por qué no se ha vendido este perfume por 300 denarios para dárselo a los pobres? Ella guardó silencio y continuó enjugando los pies de Jesús con su cabellara, pero Jesús le contestó: Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
El martes santo, Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las negaciones de San Pedro, usando con este, aquella sentencia “antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”.
El miércoles santo, Judas Iscariote conspira con el Sanedrín para traicionar a Jesús por treinta monedas de plata.
El jueves santo, es la gran lección de humildad que da Jesús, al lavar los pies a sus doce discípulos. El lavado de pies (en latín mandatum) equivale a ‘orden, mandamiento’, que se interpreta como ser humilde. Es en jueves que se realiza la última cena, la inolvidable oración de Jesús en el huerto de Getsemaní (según Mateo y Marcos) o Monte de los Olivos, (de acuerdo a Lucas): “Padre mío, si no puedo pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. Minutos después al lugar hizo presencia Judas Iscariote y se da el arresto de Jesús.
El viernes santo, es la prisión de Jesús, los interrogatorios de Caifás y Pilato. La flagelación. La coronación de espinas. El Vía Crucis. Crucifixión de Jesús, su muerte y sepultura.
El sábado santo, es un día de luto, de silencio, de tristeza, pero también de esperanza. María, madre de Jesús vive su soledad, después de llevar al sepulcro a su hijo amado, ya entonces Cristo, por haber sido crucificado. Su única compañía fue el apóstol Juan. Es un día de espera.
El domingo es el de Pascua, o de resurrección. Es en este momento que el cristianismo hace su fiesta central, pues conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día después de su inhumana y cruel muerte en la cruz.
La semana santa y la Pascua, se debe celebrar el primer domingo de luna llena después del equinoccio de primavera de acuerdo con el I Concilio Ecuménico de Nicea del año 325, pues ese día hay 24 horas de luz, una parte con la de sol y la otra con el plenilunio. Así, Jesús se identifica como la luz del mundo.
La reflexión en esta ocasión: con datos del INEGI, en México se declaran como católicos en promedio 100 millones de personas y como en líneas arriba he descrito, la semana santa tiene una intención de conmemorar, que no de celebrar.
La pregunta surge ¿por qué razón los católicos se van de fiesta, de vacaciones?
Además, expresado en razones religiosas, es pecaminoso asistir a lugares donde se encuentran miles de personas y estamos inmersos en una pandemia que aún tiene muchas situaciones que desconocemos.
Considero que, como lo cito en el título de la presente, ahí se encuentran las trampas de la fe. En verdad ¿creen los católicos que Jesús, en plena semana santa, los hará impunes o inmunes? Que: ¿al realizar sus oraciones, les será concedido una absoluta protección y gozar de la pachanga?
Me convencen más los hechos y es muy probable que muchos de ellos, tal vez, por ser jóvenes no sufran, pero existe la posibilidad de que contagien a otras personas, como los padres, abuelos o tíos, ya adultos, que no fueron a las encantadoras playas mexicanas o centros turísticos, pero de regalo y atención de la familia, les trasladen un virus, de primera o segunda generación, cortesía de las vacaciones y fiestas de semana santa.
Faltan por vacunar en promedio 82 millones de habitantes con edad a partir de los 18 años, considerando en promedio 38 millones de niños de 0 a 17 años de edad. La realidad es que han sido vacunados un promedio de 7 millones de personas. El riesgo es por demás alto.
Ante esta actitud, me despido por hoy con la siguiente meditación:
“La belleza de nuestra humanidad aún es evidente, pero la fealdad abunda” Aimee Joseph.
Reciba mi cordial saludo
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