Jorge Esqueda

El presidente ruso Vladimir Putin ha vuelto a ser noticia luego de que promulgó la ley que le permitiría gobernar 12 años más, hasta 2036, con lo que acumularía seis periodos de gobierno, los cuatro últimos de manera ininterrumpida.

Esa posibilidad no es algo nuevo, pues siguió un proceso que inició con una reforma constitucional que avanzó tras ser confirmada por el pueblo ruso en un referéndum en julio de 2020, cuando ya campeaba la actual pandemia a nivel mundial y desde luego en Rusia.

La formalización de la posibilidad de que Putin gobierne hasta que cumpla 83 años -la misma edad que tendrá Joe Biden cuando termine su actual periodo en la Casa Blanca- se da mientras su gobierno ha entrado en choque con la Alianza Atlántica por el proceso de ingreso de Ucrania, y por el alza de las protestas internas por el encarcelamiento de quien se ha considerado su principal opositor, Alexei Navalny.

Qué el actual presidente ruso vaya a gobernar 15 años más no se puede desvincular de la historia política de Rusia, heredera de la desaparecida Unión Soviética, y de su sociedad. Tenemos que recordar como ese país ha hecho gala de varios políticos no solo fuertes, sino que han gobernado por años. Cierto que Lenin solo estuvo al mando alrededor de cinco años plenos, pero sin su empuje hubiera sido inconcebible la formación del primer estado con pretensión de ser socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), de la cual Rusia se asume su heredera.

En Occidente la imagen de que se tiene de la era soviética y la Rusia actual es de un país poderoso, con un arsenal nuclear capaz de disuadir al de Estados Unidos, la primera potencia, pero formado por una sociedad donde existe alta concentración de la riqueza y donde la pobreza si no domina, existe de forma palpable.

En todo caso, y esto es muy importante, después de la disolución de la URSS en diciembre de 1991, hubo una caída de la economía y del bienestar, con años duros que comenzaron a remontarse en coincidencia con la gestión de Putin, ex oficial de los servicios soviéticos de inteligencia que estuvo acantonado en la también desaparecida República Democrática Alemana, pro soviética, durante la guerra fría.

Ahora esa situación se ha remontado en buena medida con el “putinismo”, denominación dada por los expertos a la compleja realidad creada por el mandatario ruso, en la cual destaca la estructura de control que inició sobre las entidades políticas y ha pasado ahora a organizaciones de la sociedad civil.

Sin embargo el meollo del control parece estar en la sociedad, la cual tiene porcentajes elevados de apoyo a la gestión de su presidente, reflejados a su vez en un voto favorable para su pasada reelección donde hubo 67 por ciento de participación y voto favorable a Putin de 76 por ciento.

Esas cifras, de 2018, estuvieron alimentadas por la posición de Rusia hacia Ucrania, de la cual rescató la península de Crimea donde vive mayoría de habla rusa, y el impulso de la recuperación del país.

Esa sociedad muestra aprobación por lo que hace Putin, pero no se puede esconder fermentos de descontento que no han podido expresarse de manera institucional, pues hasta ahora el principal opositor, Alexei Navalny, fue impedido de participar en las elecciones de 2018 y permanece encarcelado, luego inclusive de su envenenamiento por presuntas manos oficiales, pese a múltiples reclamos e inclusive imposición de sanciones.

Un sondeo del Centro Levada, muestra un corte en la sociedad rusa, pues la mitad de participantes en una encuesta sobre el opositor de 44 años de edad, consideró justo su actual encarcelamiento, pero con el detalle de que mientras la mitad de quienes dijeron tener de 18 a 24 años de edad cuestionaron esa sanción al opositor, solo 19 por ciento de los mayores de 55 años de edad dio la misma respuesta.

Como parece suceder a la fecha en Cuba, son los grupos jóvenes de la población los que se muestran proclives al cambio. En manos de Putin está la creación de canales que permitan la expresión de esos grupos, a fin de evitar la creación de tensiones que podrían repercutir en la estabilidad de toda Rusia.
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