El deseo de agrandar a otros es parte de la necesidad de pertenencia, “si le agrado a los demás”, entonces es más fácil sentir que soy o ser parte de un grupo, comunidad, familia… e incluso en la pareja.

Y no está mal desear gustarle a la gente, el problema es cuanto lo deseo y de que soy capaz para lograrlo…

Si este deseo se convierte en necesidad, entonces es probable rebasar los límites de lo que es sano y conveniente hacer para recibir tal aprobación.

Se convierte en necesidad cuando…

Es permanente, todo el tiempo deseo obtener esa aprobación.

Está por encima del bienestar personal, llegando a pasar sobre el autorrespeto, la dignidad y el autocuidado.

Cuando al no obtenerla ocasiona un intenso malestar emocional, provocando conductas inapropiadas o un tipo de síndrome de abstinencia.

Esta necesidad de aprobación puede ser general: deseo de agradar a todos.

O selectiva: depender absolutamente de la aceptación y buen visto de una persona en específico: alguno de los padres, la pareja, el jefe…etc.

¿Qué ocasiona?

Lastimar la propia autoestima desacreditándose o sometiéndose a lo que debe ser y no lo que es o lo que quieres ser.

Con el tiempo causa malestar y enojo, propicia rencor ante el sentimiento de no ser aceptado del todo o tener que hacer demasiado esfuerzo para obtener la aprobación, aún si no hubo peticiones previas para lograrlo.

Pérdida de energía, descuidas lo propio para atender las necesidades de otros, descartas tus deseos o intereses por estar al pendiente de lo que se requiere o crees que se requiere de ti.

Si recibes la aprobación en respuesta a una necesidad terminas dependiendo de la persona, si no la recibes te esfuerzas o sacrificas persiguiendo esa aprobación… o surge el autorechazo considerando qué hay algo mal en ti para no ser visto como lo esperas.

En cualquier caso, no es buena idea depender tanto de la aprobación externa… La primera aprobación, la que nunca debemos perder, es la propia.

Conservando esta, entonces es válido actuar para gustarle a otros, no al revés.

Entre más quieras obsesivamente gustarle a otro, menos vas a gustarte a ti, y si tú no te apruebas difícilmente obtendrás el grado de aprobación que buscas o necesitas.

Posibles soluciones:

Como seres sociales tenemos el deseo y la aspiración de ser parte de algo, de agradar, coincidir, de recibir caricias de todo tipo, incluso verbales y emocionales, lo indispensable es que aún considerándola como necesidad no nos extralimitemos en el deseo o intención de recibir aprobación.

Nuevamente el amor propio tiene un lugar predominante para protegernos de necesitar obsesivamente ser mirados con buenos ojos por otros y perseguir incansablemente su aprobación.

No le tienes que gustar a todos ni todo el tiempo, sin embargo, a ti mism@, si, si no siempre, por lo menos si gran parte del tiempo

Y que tú te gustes y estés satisfecho contigo es lo más importante, así que si te vas a esforzar por agradar, empieza por agradarte a ti, por conocerte, respetarte y amarte, tanto que, gustarle a otros más que a ti mismo nunca sea tu prioridad y sobre todo, que jamás te lleve a desajustar tu estabilidad emocional y mucho menos a poner en riesgo tu integridad o a perder años de tu vida  buscando gustarle a alguien cuando el único visto bueno que es realmente indispensable es el que te das a ti sin perjudicar el bien de nadie.

Claro que nos gusta agradar y es seguro que lo seguiremos buscando, pero sin exagerar y sin dejar de gustarnos por ser quien no somos solo por recibir un aplauso que no va a escucharse cuando estemos a solas con nosotros mismos,  ¿Lo pensé o lo dije?…

¡Abrazos virtuales!

@Lorepatchen

Psicoterapia presencial y en línea.

7711785074