De nueva cuenta un hecho en principio criminal que sucede en nuestro país es considerado terrorismo. Se debe esa calificación a la prisa por calificar los sucesos pero también al ánimo de polemizar por todo sin cabal argumentación, que domina en el país. Empero, por sus consecuencias jurídicas y políticas, es fundamental ir un poco más a fondo en ese calificativo.

De entrada el tema lleva a enfrentarnos a la violencia, un auténtico cáncer en el país por su multiplicación y los daños que causa, cáncer cuya propagación al menos coincide con lo que va de este siglo e íntimamente vinculado a delitos mayores, empezando por el tráfico de drogas y de personas.

Una importante corriente política y de explicación llama la atención a que la violencia es hermana de las condiciones económicas y sociales donde es cada vez más difícil la posibilidad de morir en una condición social mejor a la correspondiente al nacimiento. No habría estancamiento, sino descenso en la escala social, lo que para muchos sectores del país es, sin lugar a dudas, una realidad.

Pero también la violencia que se vive tiene mucho que ver con la ausencia de filtros y contenedores proporcionados por la educación formal y doméstica, como por la erosión de los valores morales que se proporcionan en la escuela y el hogar pero también en centros religiosos, cada vez más vacíos.

Siguiendo esa línea de pensamiento la violencia tiene en consecuencia dos posibles explicaciones, una, que sea el producto de las deficientes condiciones sociales a causa de la erosión económica, y la otra, que pudiera estar vinculada a acciones de protesta contra ese deteriorado orden, segundo camino que nos llevaría a la noción de terrorismo.

Esa noción no ve a la violencia en sí misma por más descarnada que sea, sino la asume como ligada a una protesta e inconformidad contra las condiciones que dominan en la sociedad, y como un mecanismo que debe de contribuir al cambio de ese orden.

Acciones usualmente consideradas terroristas como las del independentismo vasco, por ejemplo, tienen ese sello: inconformidad con el orden prevaleciente y un deseo de cambio, el cual usa la violencia como forma de llamar la atención, de generar conciencia, de movilizar al grupo al que pertenecen los terroristas, al mismo tiempo que se intimida al que se ve como responsable de la inconformidad, usualmente el Estado, y al grupo social que se beneficia del orden establecido –en el ejemplo español a los no vascos- al mismo tiempo que se le intimida.

En el caso mexicano la violencia, inclusive la más cruel como la se vive con masacres cada vez más aterrorizantes, puede ser remitida a causas económicas y sociales, pero no a un deseo o necesidad de cambiar esa situación.

Lamentablemente, la violencia en México parece ser para quienes la ejecutan, una actividad casi lúdica, que satisface en sí misma a su autor con independencia de que le haya sido ordenada o que le ayude a la obtención de algo.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recopiló las definiciones de terrorismo por países en donde se encuentra en varias de ellas que se le entiende como una herramienta ligada a fines políticos o ideológicos. La violencia actual en México no parece tener esa liga, hasta ahora, pues los grupos que la ejercen la emplean para obtener beneficios económicos, defender de otros grupos los que ya tienen, así como ampliarlos.

Existen, además, consecuencias jurídicas de conceptualizar un acto como terrorista o criminal. El autor de un acto terrorista “clásico”, es decir, ligado a una ideología o acción política, podría ser amnistiado como ocurrió en España en 1977 o en México mismo en 1978, cuando se decretó amnistía para quienes hubieran cometido los delitos de sedición, conspiración o rebelión inspirados en motivos políticos, y diferente a la de 2020, cuyos beneficiarios fueron quienes no hubieran cometido delitos graves.

En el caso de las masacres que se han vivido en fechas recientes, en particular en Tamaulipas, ¿a alguien se le ocurriría argumentar que fueron cometidas con fines de sedición, conspiración o rebelión inspiradas por motivos políticos? ¿Qué se diría de darles amnistia a los presuntos responsables de esas masacres bajo el argumento de que cometieron delitos no graves?

No se trata solo de aplicar con precisión los conceptos o evitar la injerencia extranjera si se habla de terrorismo, sino de entender con precisión y claridad lo que sucede, como primer paso para evitar que vuelva a repetirse.
j_ esqueda8@hotmail.com