Jorge Esqueda

La pandemia de coronavirus no cede debido a la transformación de la cepa original en nuevas variantes más agresivas. Y ante esa situación, el ser humano no da la mejor respuesta, por el contrario, se confunde y parece que se dirige a un suicidio colectivo. Los Juegos Olímpicos de Tokio son la prueba más reciente.

Nos aproximamos a 19 meses de mortal convivencia con el nuevo tipo de coronavirus. Las cifras a este martes 20 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fijan los contagiados en 190.6 millones y el de decesos en cuatro millones 100.

Los picos de contagios han sido a principios de enero pasado y luego el 26 de abril, con una curva que sube de nuevo este julio. En fallecimientos los picos ocurrieron a fines de enero y fines de abril, con una curva ascendente en las primeras dos semanas de este mes.

Europa y América encabezan el número de contagios, con el mayor número en Estados Unidos con 34.2 millones y luego India con 31.2.

En materia de vacunación, la OMS informa que al pasado lunes 19 habían sido aplicadas tres mil 436 millones de dosis, aunque no precisaba el número de personas, dato importante considerando que algunas vacunas requiren de dos dosis, es decir, que aún no se llegaba ni a la mitad de los siete mil 800 millones de habitantes del planeta.

En ese marco, digamos que dentro de nuestros organismos se libra ahora, tras la aplicación de las vacunas, una verdadera guerra adaptativa entre nuestras defensas y los coronavirus que también buscan adaptarse a organismos –nosotros- que ya no están indefensos como al principio de la pandemia.

Y en esa guerra, muchos de nosotros parecemos estar del lado equivocado, es decir, del campo del coronavirus en lugar del humano.

Hace un año el confinamiento, la sana distancia y el uso del cubrebocas como medidas preventivas eficientes, eran poco rebatidas. Hoy, cuando ya hay vacunas pero nuevas cepas y ni la mitad de la población mundial se encuentra vacunada, esas tres medidas son más cuestionadas que nunca, sin que se vea que de no aplicarse, los contagios y fallecimientos seguirán y el SARS-Cov-2, nombre del coronavirus que produce la Covid19, recibe nuevas oportunidades de reproducirse con cepas más aptas para atacarnos, vacunados o no.

Trágicamente, el deporte destaca como la actividad donde más se da el comportamiento que favorece a la pandemia. Las escenas de cientos sino es que miles de fanáticos en los encuentros de las recientes Eurocopa y Copa América así lo demuestran. Y como se señaló líneas arriba, América y Europa son las regiones que encabezan los contagios.

Ahora toca turno a los Juegos Olímpicos en Japón, donde al cerrar este martes sumaban 67 los contagios entre personas directamente relacionadas con el evento, incluidos atletas. El fantasma de una posposición campea mientras se acerca el viernes, fecha de la inauguración formal, aunque con los primeros eventos ya realizados.

Mientras la lucha entre nuestras defensas, las vacunas y los coronavirus prosigue, debemos preguntarnos los motivos por los cuales muchas personas siguen tratando las medidas preventivas contra la pandemia como un problema filosófico o político de libertad, cuando es, simplemente, de salud.

También es necesario señalar que el trabajo a distancia disminuye en lugar de ser perfeccionado como una opción contra los contagios, pero también para disminuir tiempos de traslados o contaminación. El comercio electrónico parece incapaz de competir con la experiencia de acudir a centros comerciales. La educación a distancia tampoco ha generado modalidades que atenúen la falta de relacionamiento y, en general, el ser humano pareciera no querer salir de su zona de comodidad aunque le cueste la vida.

El ser humano se ha caracterizado por marcarse metas cada vez más elevadas, pero esta vez parece simplemente dirigirse a un suicidio colectivo.
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