Georgina Obregón

Las niñas, niños y adolescentes integran los estratos de población que para su desarrollo dependen de la familia consanguínea o adoptiva o de personas que se hacen cargo de su tutoría. Esto significa que no tienen facultad legal para tomar determinaciones trascendentales, que no sean más que jugar, leer, hablar con tal o cual amiga o amigo, estudiar, ver televisión, entre otras acciones.

Esos grupos de población son dependientes de las personas adultas que están a su cargo y por eso las decisiones importantes que están relacionadas con su vida las toman dichos responsables.

Decidir que en estos momentos de pandemia las niñas, niños y adolescentes asistan a clases presenciales es una determinación que compete únicamente a sus familias, a nadie más.

Cuando el presidente Andrés López Obrador llamó a la urgente necesidad de que los estudiantes acudieran a clases presenciales durante el próximo ciclo escolar, lo hizo enarbolando el derecho que tienen de instruirse, relacionarse, convivir, compartir la vida en las aulas, en los patios, en los talleres, en las cooperativas, en las canchas deportivas, en los auditorio, en los laboratorios, en la puerta de entrada e inclusive en las calles por donde transitan en su ir y venir diario.

Ante la negativa de profesores y maestras, madres y padres de familia, López Obrador propuso que había que correr riesgos y mandar a las hijas e hijos a los planteles, no obstante que se está viviendo en todo el país (sobra decir que en el mundo entero) una etapa de la pandemia del Covid-19 peor que cuando arrancó en marzo de 2020, pues ahora atacan las variantes del coronavirus y lo hacen de forma más intensa.

No se trata de la defensa de la patria, sino de la vida y no se trata de una negativa a acudir a clases por ignorancia sino por temor a que niñas, niños y adolescentes se contagien, enfermen y mueran, así como a que el virus se propague entre todos los miembros de la familia y de la comunidad donde se habita.

Yo me he preguntado qué haría mi madre en este caso, mujer fuerte y decidida que siempre veló por su familia como un soldado en pie de guerra, para quien asistir a la escuela era primordial y nos hacía ir lloviera, tronara o relampagueara, enfermas o desveladas, cansadas o soñolientas.

La respuesta que me llega a la mente como si ella me la dictara es: pero si son niños, cómo llevarlos a que se enfermen. Ni más ni menos.

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