Georgina Obregón

La actual política migratoria en México pareciera regirse por dos visiones. Si las personas que pretenden ingresar al país entran por el sur, es decir vienen de Centroamérica, Sudamérica o el Caribe, son rechazadas y, de ser posible, repatriadas a sus lugares de origen, pero mientras ello ocurre son hacinadas en centros de detención del Instituto Nacional de Migración (INM); si en cambio se trata de personas que buscan refugio e ingresan al país por vía aérea son admitidas y recibidas con las mejores formas de las que puede hacer gala la diplomacia nacional.

La realidad es que el gobierno de México continúa sirviendo de muro de contención a los migrantes centroamericanos que cruzan por el país para llegar a Estados Unidos. Precisamente el 30 de agosto pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó que su administración continuará deteniendo la migración, lo que significa que permanecerán vigentes las acciones de aseguramiento a cargo de elementos la Guardia Nacional y de agentes del INM.

Ciertamente el país atraviesa por un periodo de austeridad decretado por el gobierno federal antes de la pandemia del Covid-19 y agudizado a raíz de la creciente ola de contagios de coronavirus, por lo que no se esperaría que se destinaran recursos extraordinarios para la atención de los grupos migrantes, pero sí que las medidas de contención excluyeran la violencia como método de convencimiento y que se integraran grupos sociales que pudieran coadyuvar en la atención de las y los extranjeros.

Esa situación contrasta con el recibimiento que ofreció el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrad, a un grupo de periodistas de Afganistan, a quienes el canciller dio la bienvenida amablemente con cámaras de televisión de por medio.

Los dos grupos a los que me refiero tienen una coincidencia: ambos buscan mejores condiciones de vida y las personas que ingresan al país a pie, en caravanas tumultuosas, tienen el mismo derecho de protección que quienes ejercen una profesión y por lo ello su peligro corre peligro, pero llegan a tierras mexicanas en avión.

Los centroamericanos, caribeños y sudamericanos que ingresan a México por la frontera sur son personas que por diferentes circunstancias tuvieron que abandonar sus países: por cuestiones políticas, por amenazas, por atentados, por búsqueda de familiares y no precisa y únicamente por la búsqueda de sustento.

Así los periodistas de Afganistán quienes recibieron refugio por encontrarse sus vidas en peligro al ser opositores y críticos del gobierno de su país, también requerirán de apoyos económicos, diplomáticos y en especie para permanecer en estas tierras.

La política diplomática del país debe abrir la misma puerta a quienes requieren refugio y brindar un trato digno a los distintos grupos que ven a México como la posibilidad de transitar hacia una mejor condición, postura que casi siempre se han enarbola en nuestro país.
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