Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel Nepantla un 12 de noviembre de 1651. Poseedora de una aguda inteligencia, naturaleza transgresora y un espíritu impetuoso, desde muy joven exigió su derecho a la educación y a la libertad personal, intelectual y creativa. A pesar de que su obra poética es la más conocida; dedicó gran parte de su esfuerzo a escribir teatro y autos sacramentales.

Los autos sacramentales, también llamados misterios; eran piezas teatrales religiosas muy comunes entre los siglos XVI y XVIII. De estos últimos se tiene registro de El divino Narciso auto mitológico sacramental, El mártir de Sacramento, San Hermenegildo auto hagiográfico sacramental y El cetro de José, auto bíblico–sacramental.

Fue la mujer que definió la segunda mitad del siglo XVII; en medio de una sociedad en que la mayoría de sus autoridades consideraban casi un sacrilegio que la mujer demostrara su inteligencia, causó furor que a los 17 años, Juana Inés de la Cruz fuera sometida a un examen público para dictaminar si su sabiduría era “humana o divina”. La luz de su conocimiento iluminó a la Nueva España, se ganó el respeto de un par de virreyes, y tomó la pluma para dejar, a través de las palabras, rastro de su paso por la Tierra… incluso después de su muerte.

“La Décima Musa” escribió su último poema en 1913. Contaba entonces con 262 años de edad y buenas razones tuvo para hacerlo. Había simpatizado con Francisco I. Madero desde que lo miró recorriendo apacible la bóveda celeste. Ya no daba discursos ni proclamaba la democracia, cosas terrenales al fin y al cabo. Se veía pleno como lo que era, un espíritu libre. Sor Juana se divertía tan sólo con observarlo y decidió dedicarle un poema.
Una noche de marzo –apenas unos días después de la muerte del presidente Madero-, la “Décima Musa” se presentó ante la médium Josefina O’Brein y en sesión espiritista le dictó su último poema titulado:

“Al hermano Francisco I. Madero”
Así radiosas se elevan
las almas que llevan
en su amor a la fe.

Tranquilas. Tramontan.
Se alejan serenas
y sólo en su brillo
os dejan aquí.

Su brillo es el recuerdo,
esa luz que no puede extinguirse;
que en vuestras almas lleváis
los que adoran lo que es la justicia,
los que saben lo que es la verdad”.

Sí, sin duda era una voz del más allá…