La visita a EU del presidente Andrés Manuel López Obrador con sus homólogos Joe Biden presidente de Estados Unidos de Norteamérica y Justin Trudeau primer ministro de Canadá se han tornado cordial, amena y con buenas miras a un futuro prometedor. A pesar de que la oposición percibía que se daría un encuentro ríspido por el contrario fue benéfico y prometedor.
Entre México y Canadá las relaciones, quizá por la distancia e incluso por la diferencia de intereses han sido tal cual…. Cordiales. No obstante las relaciones entre EU y México no siempre han sido amistosas y benéficas, incluso se recuerda con hondo pesar el estigma de una guerra que logro fragmentar México a costa de EU.
Con el tiempo las heridas han sanado y el vecino del norte asimila que para continuar con su hegemonía mundial en gran medida requiere de una buena vecindad con su socio político, económico, histórico, geográfico… que es México. La geografía es un factor que ha sido determinante en el desarrollo histórico de las civilizaciones y países, y México no es la excepción. Su forma ha asegurado un contacto fluido con las tierras al sur y al norte.
Muchos factores influyeron para que la rica y próspera Nueva España perdiera su dinamismo, mientras que las colonias inglesas del norte lo aumentaron gracias a la oportunidad que creó un cuarto de siglo de conflictos en el sistema internacional iniciado por la Revolución Francesa.
Así, en 1804 la Nueva España y los Estados Unidos eran comparables en territorio y población, pero al independizarse la primera las asimetrías empezaban a hacerse evidentes y en vísperas de la guerra entre las dos naciones las diferencias eran en verdad hondas.
La Revolución Mexicana puso en varios momentos la relación mexicano-norteamericana al borde de un nuevo conflicto abierto. El fin del ciclo revolucionario mexicano y la cooperación durante la segunda Guerra Mundial llevaron al retorno de la concordia.
La cercanía a los Estados Unidos ha logrado de la experiencia mexicana algo un tanto especial. La mayoría de los otros países latinoamericanos, con la excepción de Paraguay, no afrontaron tantos peligros externos como México. La expansión de Estados Unidos hacia el oeste y hacia el sur no fue la única confrontación externa a que hizo frente la joven
República mexicana: España intento reconquistarla en 1829 y en 1845 instaurar una monarquía; Francia también hizo dos intentos, uno en 1838 y otro en 1862-1867 y los ataques de filibusteros e incursiones de indios belicosos fueron continuos. El choque con los norteamericanos marcó con más fuerza la percepción mexicana del mundo externo y dejó la huella más profunda en la conciencia nacional.
Desde finales del siglo XIX, y como resultado de las políticas liberales del gobierno mexicano y de la tremenda energía generada por la economía estadounidense, la relación entre México y Estados Unidos adquirió un carácter cada vez más económico. Pero resultó tan unilateral como lo había sido el choque militar en el pasado, pues la desigualdad que originalmente existía entre las estructuras productivas de ambos países se transformó en un abismo insalvable.
Para el momento en que estalló en México el gran movimiento social de 1910, la inversión estadounidense era considerable, no sólo la más importante en Latinoamérica sino la dominante en el país, pues había desplazado a sus tradicionales rivales europeos.
La defensa de estos intereses –ferrocarriles, minas, petróleo, plantaciones- más la afirmación de un predominio político en lo que consideraba su esfera natural de influencia –México, Centroamérica y el Caribe– fue lo que llevó a sucesivas administraciones de Washington a oponerse a las transformaciones económicas y sociales que buscaban los revolucionarios mexicanos y sus sucesores.
Este conflicto abierto o soterrado, pero siempre presente, más el trágico legado del siglo XIX y XX dieron forma a un fuerte sentimiento nacionalista mexicano que en ocasiones se ha tornado xenófobo, pero que ha sido defensivo y predominantemente antinorteamericano.
Cualquiera que fuese el resultado del actual T-MEC (Trato de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá) es un hecho que la economía mexicana es una gran economía abierta y que su proceso de integración a la norteamericana está muy avanzado al punto de resultar irreversible.
El nacionalismo revolucionario mexicano tanto en lo político como lo económico aparece ya como historia. El futuro de la relación México- Estados Unidos al iniciarse el milenio se cimienta en bases nuevas, muy distintas a las que se había sostenido anteriormente entre las dos naciones. ¿Tú lo crees?… Yo también.