Alejandro Ordóñez González

Para Luis Vargas, Toto, en homenaje a sus primeros ochentas.

Queridos Reyes Magos: en verdad son ustedes unos ojetes, esta mañana encontré vacío el zapato que dejé al pie del nacimiento del Niño Jesús. No estaban los regalos que les pedí, a pesar de que cumplí mis deberes y me comporté como corresponde a quien vive esta segunda infancia de la vejez.

Por el contrario, hallé estrellados los tres vasos que dejé con leche para que se repusieran del trajín del viaje; no los cuidaron a pesar de ser de cristal cortado; y, han de saber, herencia de mi bisabuelo Juarista, un tesoro familiar. Habrán brindado como lo harían en una cantina y disfrutado con el retintinear de tan caros recipientes. Me pareció mala ocurrencia eso de arrojar la leche al excusado y de tomarse mi botella de coñac más cara. Además, en lugar de comerse las galletas de chocolate las pisotearon y la alfombra blanca de la sala quedó hecha un asco; para rematar se tomaron la libertad de abrir las latas de angulas que me regalaron en navidad y dejaron los trapos de cocina apestando a pescado. Por si fuera poco, las servilletas que fueron deshiladas por mi abuela, como regalo para mi abuelo revolucionario, eran para que se limpiaran delicadamente las comisuras de los labios y no para que las usaran como pañuelos, menos con la constipación que se cargan; las han dejado del asco, si no fueran tan preciadas ya estarían en la basura; ¿pues quiénes son ustedes, unos cosacos?
De los cubos con agua que dejé a sus cabalgaduras: uno para el elefante, otro para el caballo y dos para el camello, ya se sabe que estos cuadrúpedos chupan como los chavos en el Cervantino, ¿qué les cuento?: dos están rotos, como si los hubieran usado de asiento; otro sobre la mesa de la sala y uno más colgaba del perchero; además, el elefante hizo un enorme pastel aguado y fétido que pisé sin querer y echó a perder pantuflas y alfombra; el caballo dejó grandes bolas de caca en la cochera y el camello se echó una meada monumental en el árbol de navidad y sobre Santa Claus; y, como se sabe, esos animalitos orinan como borrachos (abundante, apestoso y espumoso).
Para acabarla de joder al vejete odiado por todo el barrio, que estaba casado con una bruja avara (quien a pesar de ser rica le negaba el dinero); esa que murió en enero y dejó multimillonario al marido, quien sin recato y sin guardarle luto se casó en abril con una monumental escuincla, más joven que sus hijas; a ese mal portado le trajeron ustedes un LAFerrari que parece salido de La Guerra de las Galaxias y le produce urticaria a todo el vecindario.
Ese vecino mal nacido sacó de la cochera el auto para que lo viéramos todos y desde el interior de su casa habrá oprimido el botón de pánico pues la alarma del auto rompió la calma y las luces de emergencia se prendieron y apagaron durante cinco minutos. Ese bastardo, que habrá sonreído al ver al paisanaje congregado afuera de sus casas, salió a la calle con el cabello mojado y chanclas y bata de baño, disculpándose por no haber actuado antes, mientras la escuincla odiosa salía al balcón escurriendo agua y con la bata abierta, misma que cerró hasta que se convenció que el LAFerrari había sido olvidado y no dejábamos de admirar la monumental carrocería -de ella- e imaginar la potencia de su motor; y que gritó con fingido enfado: ¡Ay cariño!, ¿no podías esperar a que termináramos antes de ir a ver el regalo que te trajeron los reyes? ¡Ashhh!
Sí, queridos Reyes Magos, son ustedes unos pinches ojetes…
Atentamente.