Lucía Lagunes Huerta

Parecía imposible que la nominación presidencial de Pedro Salmerón para representar a México en Panamá se cayera, y, sin embargo, se logró. La indignación feminista de México encontró la puerta de la congruencia que se requería para evitar que un agresor llegara a ser embajador. Y fue una mujer panameña quien cerró la puerta por completo a esta posibilidad.

Ella es la ministra del exterior de Panamá, Erika Mouynes, quien unió dos puntos de la ecuación, lo personal y lo político. Es decir, su convicción por el avance de los derechos humanos de las mujeres y la exigencia del movimiento feminista panameño y mexicano para negar el visto bueno a Pedro Salmerón como embajador.

Las feministas mexicanas buscaron a las panameñas porque aquí no vieron las condiciones de la autonomía de las feministas en el poder para lograr lo que la ministra panameña hizo.

La negativa del gobierno de Panamá, que se confirmó recientemente, ya era del conocimiento del gobierno mexicano, sólo estaban esperando acomodar las piezas del ajedrez, para brindarle a Salmerón una salida, a su juicio decorosa, que no la hay: evitar mostrar que lo tiraron; y elegir el reemplazo, que hoy sabemos es la senadora suplente Jesusa Rodríguez.

Como en el caso de Félix Salgado Macedonio, el juego de fuerza que lleva al presidente a sostener lo insostenible, termina con un enroque de las piezas para mantener el control, y con ello confirmarse y confirmar que el que manda es él.

En este juego, desde la lógica machista con la que se gobierno en México, las mujeres son la segunda opción, uniendo también la convicción personal y la política, se gobierno a partir de lo que se cree.

En este caso, el triunfo de la dignidad feminista nos muestra lo global del movimiento. No es que sólo haya algunas feministas o que sea un movimiento local, como lo interpreta el gobierno federal. Lo que no terminan de comprender es que el feminismo es una fuerza transformadora mundial, que cuenta con redes de comunicación propias, que no pasan por las vías masculinas.

En este avance de la apuesta transformadora global hay feminista con poder que están dispuestas a ejercerlo para bien de los Derechos Humanos de las mujeres y de la democracia. Esto es lo que presenciamos con la Ministra del Exterior de Panamá: una verdadera política exterior feminista.

Como no quieren estudiar la historia de los Derechos Humanos de las mujeres, desconocen la construcción del movimiento feminismo latinoamericano que cuenta con una larga trayectoria de alianzas y acciones conjuntas regionales, por eso en esta ocasión no fue difícil encontrar escucha y congruencia en funcionarias panameñas.

Pero ¿quién es la ministra de Relaciones Exteriores de Panamá? Erika Mouynes, una mujer que públicamente ha manifestado su compromiso con los Derecho Humanos de las mujeres, quien llamó a los gobiernos latinoamericano y del caribe a la congruencia para que su discurso a favor de la paridad se refleje en la representación política. Así lo dijo durante la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la misma que inauguró el Presidente López Obrador, quien estuvo presente durante la participación de la funcionaria.

López Obrador no valora lo que vienen de las mujeres que él no santifica, por eso no prestó atención a lo dicho por la ministra, quien en su intervención aseguró que si se le falla a las mujeres se le falla a la democracia.

Su presencia y su discurso refleja el cambio que hay en nuestra región y en el mundo, donde es más frecuente encontrarse mujeres feminista con poder en sesiones de Estado.

Si el gobierno de López Obrador realmente la hubiera escuchado, es probable que hubiera pensado dos veces si entre sus candidaturas presentadas para ser embajador era viable Salmerón.

Esta ausencia de lectura política del presidente y su equipo le hizo cometer la pifia de pensar en un agresor como embajador en Panamá, donde mujeres como Mouynes están en el poder, dispuestas a ejercerlo sin perder su convicción.

Ella es una funcionaria feminista y, de acuerdo con quienes la conocen, ha puesto su poder a favor de las mujeres y sus Derechos Humanos.

Este es un mensaje claro: donde haya feministas congruentes, los agresores no pasarán. Ello manda un mensaje clarísimo, romper con la impunidad social y política que ha dotado de un manto protector a los agresores.

Es la constatación de lo global del feminismo. Habría que hacer llegar el mensaje y llegó, en voz de una funcionaria de Panamá, lo cual también muestra lo lejos que estamos en nuestro país de lograr que la presencia de las mujeres en puestos de decisión conlleve al ejercicio pleno del poder real y no de papel.