La debilidad interna del presidente estadunidense Joe Biden seguro jugó a favor de la invasión a Ucrania en el cuarto de guerra de Vladimir Putin. Pero el mandatario ruso no percibió que el jefe de la Casa Blanca usaría esa acción para reposicionarse a nivel externo e interno. La pregunta que se responderá de aquí a noviembre, es si lo logrará.

La noche del primer martes de marzo fue el escenario escogido por Biden para jugar la carta del reposicionamiento, lo que urge porque este año, en noviembre, es de comicios intermedios; es decir, de elección de representantes (diputados) y senadores, y la conformación del Congreso estadunidense es una pieza central para la reelección del actual jefe de la Casa Blanca.

A nivel interno el exvicepresidente tiene un panorama gris oscuro: 37 por ciento de sus conciudadanos lo aprueba, mientras 55 por ciento lo desaprueba, y crece la cifra de ciudadanos que prefiere que el Congreso tenga mayoría republicana.

Además, tampoco es bien vista su gestión de la crisis internacional creada por la invasión rusa a Ucrania. Este es el peor de los mundos posibles que recoge el sondeo publicado por Washington Post y ABC news el pasado fin de semana.

Con esos antecedentes Biden llegó a su primer informe de gobierno. Su mensaje de poco más de una hora inició con la invasión a Ucrania, donde describió lo que ha hecho desde el principio: una coalición internacional de países para asfixiar económicamente a Rusia, así como cercar y quizá en el futuro, confiscar la riqueza presuntamente mal habida del presidente ruso y los oligarcas, es decir, aquellos que estaban en posición privilegiada para adquirir todo tipo de empresas estatales cuando se extinguió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Mientras se aplica y funciona esa asfixia, la sociedad ucraniana sufre la guerra. Presenta una resistencia imprevista a la maquinaria de guerra rusa, pero esa resistencia solo parece alargar su agonía y añadirle crueldad. Nadie apuesta a que venza al llamado “ejército rojo”, menos si los apoyos bélicos se anuncian y prometen pero no parecen ser suficientes, y si las sanciones financieras son una medicina que tarda en dar resultados.

Biden se acercó luego al oído del contribuyente estadunidense, del cual sigue lejos a pesar de los éxitos de su American Rescue Plan que, dijo, combatió la pandemia de Covid 19 y logró que la economía estadunidense creciera en 2021 el 5.7 por ciento, la cifra más alta en 40 años.

De acuerdo a sus cifras, su estrategia de crecer de los pobres y de la clase hacia arriba en lugar de los ricos hacia abajo, funcionó, pero las encuestas retratan que la gente no piensa así.

E hizo una amplia lista de lo que pretende hacer con su ya aprobada Bipartisan Infrastructure Law, que pretende ganar la carrera económica de este siglo, sobre todo ante China. Deberá de mejorar con mucha velocidad carreteras y puentes, llevar internet de banda ancha a todo Estados Unidos, o construir medio millón de estaciones de recarga para automóviles eléctricos, si es que pretende que su partido logre buenos resultados en noviembre y de ahí enfilarse a la reelección.

La pregunta que se impone ¿qué no ven los estadunidenses en la perspectiva positiva de Biden? Finalmente, 6.5 millones de nuevos puestos de trabajo creados en un año es una cifra muy impresionante, pero que a nuestros vecinos deja sin reacción.

Es necesario observar más a la gente en Estados Unidos para tratar de entender por qué no acaba de aprobar a su presidente, y que tan riesgoso es que siga fuerte Donald Trump, la némesis de Biden.

De salida: La actuación de los funcionarios diplomáticos mexicanos muestra, por ahora, un saldo a favor en la crisis en Ucrania. Lograron la evacuación de la mayor parte de los mexicanos residentes en ese país, y en Naciones Unidas México se sumó a la condena a Rusia y su invasión. Sin embargo, mantener la clara posición en contra parece haberse desinflado y esto apenas va empezando.

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