El cerebro es el órgano sexual más importante
Irwin Goldstein (Médico sexólogo estadounidense)

Los derechos sexuales y reproductivos, si bien son amplios, son también considerados parte del espectro de los derechos humanos fundamentales, quizás porque se encuentran íntimamente ligados a los principios básicos de libertad e igualdad.

La moral sexual y reproductiva, vista en la historia como un asunto ético antes que jurídico, ha cambiado radicalmente durante al menos los últimos cien años. Y a partir del enfoque y la perspectiva de los derechos humanos como paradigma dominante en las sociedades democráticas de Occidente, los DDHH pretenden universalizar también este agregado de derechos, partiendo del valor de la dignidad humana y de los universalmente reconocidos derechos de libertad, igualdad y a la no discriminación, aunque de manera más reciente, también de los derechos a la salud, a la educación y a la información.

El pensamiento posmoderno configura que somos dueños de nuestro propio cuerpo y, en consecuencia, tenemos todo el derecho a controlarlo y a decidir sobre él. También a planificar y decidir libremente acerca de tener o no tener hijos, a la interrupción del embarazo o aborto dentro del marco de lo que establezcan las leyes, y a la adopción para quien o quienes quieran y cumplan los requisitos legales para hacerlo, siempre mirando por el interés superior de la niñez y del derecho a vivir en una familia.

Otro derecho sexual es el de tener una identidad de género, una orientación sexual y a expresarlas libremente, sin ser censurados, cuestionados, restringidos o discriminados por ello. Sin embargo en este particular, que si bien es un derecho humano incuestionable, no existen acuerdos unánimes con respecto a la objetividad científica de la ideología de género, por lo que el establecimiento de la diversidad sexual va desde sólo cuatro o cinco identidades de género y trece orientaciones sexuales, para algunos, hasta ciento doce para otras clasificaciones, lo que refleja con bastante evidencia la falta de consenso en un tema tan intrincado, además de sensible, tanto para la biología como para el derecho y las disciplinas que estudian a la sociedad humana.

Por otra parte, en relación al derecho a vivir una vida libre de violencia, se desprenden algunos otros derechos específicos, como lo es el derecho de acceso a la justicia, reparación del daño e indemnización para aquella persona afectada en sus derechos como víctima de algún tipo de violencia, como la violencia obstétrica por ejemplo, o bien de alguna conducta ilegal en relación a la esfera de estos derechos relacionados con la sexualidad y la reproducción.

Diremos que de la igualdad y la libertad se sustenta esta gama de derechos, mismos que seguirán siendo ampliados y estudiados con el fin de garantizar mejor el respeto a la dignidad humana de toda persona del género humano; derechos que van desde lo que hoy pensaríamos más simple como el derecho de elegir con quien relacionarnos física, sexual y afectivamente, y con quien compartir nuestras relaciones sexuales y momentos más íntimos, pasando por el derecho de acceder a una educación e información científica, precisa y comprensible sobre sexualidad y derechos humanos, hasta el derecho a vivir el grado máximo alcanzable de salud sexual y reproductiva.