Eduardo Macario Moctezuma-Navarro*
De acuerdo con SEDESOL, el ordenamiento de un territorio puede entenderse como “la estrategia de desarrollo socioeconómico que, mediante la adecuada articulación funcional y espacial de las políticas sectoriales, busca promover patrones sustentables de ocupación y aprovechamiento del territorio”. Sin embargo, no se puede acomodar a las empresas, academia, gobierno y personas (con todas sus complejas interrelaciones), como si se tratara de simples piezas en un tablero. La realidad es más complicada: la gente protesta ante condiciones de vida inapropiadas, las empresas no acuden si no hay incentivos adecuados, el gobierno necesita apoyo de especialistas para tener éxito en sus tareas, las instituciones educativas requieren espacios de participación y ser escuchadas. Pero por muy compleja que sea la realidad, algo se debe hacer. Por lo general, siete son los ejes o subsistemas sobre los cuales se desarrolla un programa de ordenamiento territorial: físico-biótico, socio-demográfico, económico-productivo, urbano-regional, político-organizativo, institucional-administrativo e histórico-cultural. Al respecto, las matemáticas (especialmente la estadística), cumplen un papel esencial en buena parte de ellos. Sencillamente, muchos de los indicadores asociados a la mayor parte de cada eje rector, requieren de una formulación matemática, de lo contrario, no habría una propuesta de ordenamiento territorial bien sustentada. Sin embargo, algunos académicos, como su servidor y en su momento el Dr. Ignacio César Cruz Islas (de querida memoria en quienes le conocimos), sentimos que las matemáticas pueden tener un papel más central, en donde no sólo sirvan de apoyo indispensable, sino que explícitamente sugieran mediante un esquema formal, cómo organizar el territorio para alcanzar el mayor bienestar social.
En El Colegio del Estado de Hidalgo hemos desarrollado una metodología propia, con fundamento matemático, para desarrollar programas de ordenamiento territorial. Es un esfuerzo incipiente, cierto, pero inédito en su enfoque, si bien se sigue trabajando en su desarrollo.
De hace algunos años para acá, la SEDATU (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano; antes identificada como Secretaría de la Reforma Agraria) es la entidad de gobierno encargada de promover y dirigir la realización de los programas en cuestión, de manera que las autoridades estatales, y en su caso las municipales, siguen los lineamientos de operación y guías metodológicas elaboradas por para tal fin. Instituciones académicas y empresas de consultoría suelen completar el cuadro de agentes concentrados en cada proyecto (y dependiendo de las circunstancias, con frecuencia son quienes reciben la asignación principal de su elaboración), bajo la supervisión de la Secretaría de Obras Públicas (o sus equivalentes en cada entidad federativa) y con la participación de la sociedad civil mediante reuniones en las que se hagan escuchar sus ideas y puntos de vista. Pocas cosas pueden convocar la participación conjunta e intensa (con muchas idas y venidas), de los agentes de la sociedad, tal como ocurre con la elaboración de un programa de ordenamiento territorial; menos aún, si se trata de un esfuerzo colectivo que en principio, algunos de nosotros tratamos de que se rija mediante una estrategia matemática al detalle. Sin duda, es un esfuerzo ambicioso, y en buena medida, también es un sueño de origen académico. Pero sin sueños y ambiciones, no se avanza. Así que en esas estamos, ¿le gustaría participar?
Profesor-Investigador en El Colegio del Estado de Hidalgo.