Por: Christian Falcón Olguín

 

A finales de la década de los noventa, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) impulsó la promoción de la industria editorial, la lectura y la protección de la propiedad intelectual, estableciendo el “23 de abril” como la fecha de conmemoración del “Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor”, misma que fue determinada ante la coincidencia del aniversario luctuoso de tres grandes de la literatura universal: William Shakespeare, Garcilaso de la Vega y Miguel de Cervantes Saavedra, en 1616, aunque cabe destacar que este dato fue corregido posteriormente, ya que en este día se realizó el funeral de Cervantes, aunado por las diferencias entre el “Calendario Juliano” del emperador Julio César y el recién estipulado “Calendario Gregoriano” por el Papa Gregorio XIII, lo cual marcaría un desfase de 10 días para la Inglaterra isabelina que aún no lo adoptaban a diferencia de otros países europeos.

Sin embargo, la conmemoración daría pauta a resaltar la importancia de la lectura entre los jóvenes, así como exaltar a las grandes obras literarias en todos sus géneros y celebrar a los grandes autores que han otorgado progreso de la humanidad, mediante sus ideales, imaginación y conceptos, además de deleitarnos a través de sus letras el descubrimiento y construcción del mundo en el vivimos.

El semiólogo, escritor y filósofo italiano Umberto Eco (1932- 2016), publicaría en 1980, su máxima obra literaria “El nombre de la rosa” novela histórica, de misterio y ficción, contextualizada en la Italia medieval de 1327, crónica minuciosa del novicio benedictino “Adso de Melk”, discípulo del monje franciscano “Fray Guillermo de Baskerville”, con quien conjuntamente iniciaría un peregrinaje entre diversos monasterios, llevándoles su sendero invernal hasta la “Abadía”, edificación de forma octagonal, que contaba con un torreón cuadrangular, que se postraba en la meseta de un peñasco, en su interior se desarrollaba la vida monástica de tradición, así como el gran prestigio por resguardar dentro de sus muros la “Biblioteca Benedictina”, que por su contenido la convertían en una de la más importantes de la cristiandad, con las cantidades de códices suficientes para equipararse con las icónicas bibliotecas de Bagdad, El Cairo y Trípoli.

El Cillerero y su Abad Jorge de Burgos les recibieron con entusiasmo reservado, pues la reputación de sabio, docto de los procedimientos teológicos y perspicacia del fraile Baskerville le precedían, pero la tranquilidad de su estancia dentro las horas benedictinas de la vida monástica estaría marcada por una serie de crímenes que darían pauta para que Fray Baskerville fuese solicitado por el Abad Burgos para investigar con método y esclarecer los terribles sucesos.

La narrativa de la trama de misterio, crímenes e intrigas velarían la serie de sucesos desde los diversos espacios comunes de la Abadía y el Scriptorium (habitación destinada a los monjes, quienes de forma metódica y en sigilo transcribían manuscritos) cabe destacar que el acceso a la Biblioteca por su contenido era prohibido y restringido inclusive a los propios monjes.

La investigación de Baskerville por encontrar al asesino le llevaría a confrontarse con el Abad de Burgos quien resguardaba el libro “La Poética” de Aristóteles, así como con la interpretación fanática y pecaminosa de la risa, enfatizando la delimitación del conocimiento, filosofía y diversidad de pensamiento desde las concepciones religiosas de la época, sin embargo, las revelaciones de los pergaminos permitirán otorgar una mente libre, abierta a la comprensión teológica y humana de todo quien se atreva a tomar la rosa del conocimiento.

Finalmente, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) las cifras de lectura en México en 2022 menciona que por persona se leen 3.9 libros anualmente, cifra que ha aumentado en el último año, sin en embargo hay países que están por encima de este promedio, por lo que hay que continuar exigiendo que las autoridades gubernamentales a través de políticas públicas fomenten la lectura y los espacios necesarios para un acceso literario universal a los mexicanos.

Hay que considerar con esta conmemoración como un recordatorio para tocar y abrir la puerta del conocimiento individual y colectivo a través de la lectura de libros, una oportunidad para descifrar los engaños y abatir las ambiciones, además de tomar conciencia de limitaciones y fortalezas, así como de los acontecimientos que cotidianamente se ignoran y que definen la realidad.

A diferencia de la vida monástica de la “Abadía” que nos recrea Umberto Eco, donde se prohibía la lectura y el acceso a su biblioteca, hoy en día podemos disfrutar la gran variedad de publicaciones, géneros e infinidad de contenidos, ya sea en modalidad digital o tradicional, el universo de las bibliotecas está abierto, solo falta tomar la iniciativa para adentrarse, generar un criterio con fundamentos de opinión de todas las épocas, y porque no, buscar cambiar el mundo con una sonrisa literaria.