Por: Carlos Muñoz Moreno
Desde hace varios sexenios el llamado “delfín” del gobernador en turno no alcanza a ser ungido como el sucesor sexenal, y esa maldición se extendió un periodo más en Hidalgo:
Así podemos revisar cómo José Antonio Rojo, en el sexenio de Jesús Murillo Karam, perdió la postulación frente a Manuel Ángel Núñez y, cómo el propio Núñez tampoco pudo imponer a su sucesor pese a jugar con al menos dos cartas, que fueron Alberto Meléndez Apodaca y el ahora Gobernador electo Julio Menchaca Salazar.
Al respecto, recuerdo que Murillo Karam, cuando tuve la suerte de trabajar para él en la campaña de 2006, me decía que mientras Núñez Soto se empeñaba en buscar la Presidencia de la República, Miguel Osorio les había comido el mandado y se había quedado con la candidatura. Un proceso ríspido, difícil que enfrentó a Osorio Chong con José Antonio Rojo y que selló el destino, en el PRI, de Menchaca Salazar, quien sólo alcanzó una diputación local, y de allí el ostracismo que lo hizo abandonar el tricolor y emprender el camino por la candidatura ciudadana a Pachuca y su llegada a MORENA, donde a la postre alcanzaría la Gubernatura que está a un par de meses de asumir.
Luego, aunque Osorio Chong hizo todo por construirle a su amigo Ramón Ramírez el camino para sucederlo, lo cierto es que nunca cuajó ese esfuerzo, y tuvo que llegar, luego de duras negociaciones una vez más con José Antonio Rojo, el entonces alcalde de Pachuca, José Francisco Olvera.
Y hace más de seis años fue desplazado, de nueva cuenta, el favorito del gobernador en turno, el entonces Secretario de Gobierno, Fernando Moctezuma, lo mismo que David Penchyna, su segunda opción, en una negociación que por primera vez contó con un poderoso funcionario federal en el juego, Miguel Osorio, quien tampoco pudo imponer a su favorita, Nuvia Mayorga. Entonces, y luego de dos intentos quedándose a la orilla, resultó ser Omar Fayad Meneses el elegido.
Ahora bien, ¿cómo es que en ninguno de los procesos anteriores se vivió un rompimiento tan grande como el de la pasada campaña electoral? Primero por la disciplina partidista que siempre ha distinguido al tricolor, segundo porque siempre hubo margen de negociación entre los involucrados –aún en ese mano a mano entre Olvera y Osorio—, y tercero porque tener más de una carta permitía que dichas negociaciones entre grupos y personajes tuviera un proceso con los suficientes puentes para transitar en unidad.
Otra de las pláticas que recuerdo, fue el día que Omar Fayad inauguró su oficina de atención ciudadana en Pachuca. El entonces senador no era bien visto en el gobierno estatal por sus ambiciones políticas, y ningún otro funcionario estatal estuvo allí salvo este tecleador.
Al finalizar el evento, Fayad Meneses, político, pragmático e inteligente, me dijo: “yo sé que nos soy el favorito del Gobernador –Olvera Ruiz— y tampoco soy el favorito del Secretario de Gobernación –Osorio Chong—, como tampoco del licenciado Murillo Karam, pero trabajo con todo, colaborando en todo y apoyándolos en todo lo que puedo, para ser su segunda opción, o la tercera, de los tres; para estar en la mesa de negociación y ser la opción coincidente entre los tres”.
Omar Fayad alcanzó la postulación y se convirtió en Gobernador de Hidalgo, y comenzó a construir el camino para que Israel Félix fuese su sucesor; sin embargo, se constituyó también otro frente, desde el PRI nacional para ungir como candidata a Carolina Viggiano, lo que finalmente pasó, pero a contrapelo de todos los procesos anteriores, no hubo margen de negociación, y sí una confrontación muy fuerte por el “albazo” que desde la dirigencia nacional del tricolor y de la alianza se articuló para excluir al gobernador y su “delfín” de toda posibilidad de negociar, de acordar y de llegar a una decisión incluyente y conjunta.
Ese fue sin duda el punto de quiebre de una campaña que era perdedora antes de empezar porque todos los acercamientos del priismo local con el priismo nacional se convirtieron en cosméticos; la operación política era excluyente de unos contra otros, la desconfianza en la campaña de la Alianza Va por Hidalgo, ante los grupos con vínculos con el gobernador llegó al extremo de dejar fuera a quienes tradicionalmente trabajaban en los procesos electorales, por el miedo de ser traicionados.
Para empeorar las cosas, ni el PAN ni el PRD hidalguenses tienen base social suficiente, ni arraigo, ni cuadros para abonar a la mentada alianza y al final repitieron los vicios de la elección del 2021, es decir que en los territorios donde no les tocó operar, se cruzaron de brazos, no se comprometieron y dejaron sola a la maquinaria del PRI que, en esta ocasión, herida por las traiciones y la desconfianza, no operó como debiera, al grado que, pese a tener un padrón mayor que el de hace seis años, la candidata aliancista tuvo casi 200 mil votos menos que Fayad Meneses en 2016.
Si a eso le sumamos la ola morenista que no ha parado, el desencanto de los simpatizantes tricolores ante la exclusión, la falta de nuevos liderazgos y el descrédito del líder del PRI nacional, Alejandro Moreno, sumado a la sangría que a lo largo de seis años el tricolor hasufrido, en beneficio de MORENA, se construyó la tormenta perfecta que dejó al PRI con una dolorosa y apabullante derrota de la que será muy difícil recuperarse.
Las preguntas que quedan, para la próxima colaboración son: ¿qué pasó con Movimiento Ciudadano, que de tener un mejor prospecto optó por un devaluado y desacreditado Francisco Javier? ¿y el desastre en el Verde, que a pesar de convertirse en verde Lima nomás no pintó en absoluto pese a las puntadas de la máscara antigases y el agua contaminada en los pésimos debates organizados por el IEEH?
Y sobre todo, una pregunta que ronda muchas cabezas y resuena en los mentideros: ¿quién se quedará con los pedazos del tricolor?, ¿alcanzará para resurgir o terminará siendo un partido bisagra o una rémora al estilo del PT y el PVEM?
No leemos la próxima, mi querida cuatitud.