Por: Erika Paola Rosas Bravo
Dentro de las mil y una maneras de morir está la de las mujeres mexicanas. Con frecuencia leemos en diferentes medios de comunicación o en redes sociales cómo se han atrevido a alzar la voz para denunciar alguna situación de violencia de género; sin embargo, no han sido escuchadas y hoy están muertas; los casos más recientes de estas atrocidades son los de Margarita Ceceña Martínez y de Luz Raquel Padilla, quienes perdieron la vida a causa de las quemaduras que sufrieron en todo su cuerpo.
Ceceña Martínez, joven de 30 años, madre de tres menores, vivía en Morelos, luego de la tener una disputa por una casa, el pasado 1 de julio personas entraron a su negocio, le rociaron gasolina y prendieron fuego, permaneció hospitalizada 24 días y falleció derivado a las quemaduras que sufrió su cuerpo. Había denunciado las amenazas; pero no respondieron ni atendieron el llamado.
Raquel Padilla, de 35 años, perteneciente a Jalisco, madre de un menor que sufre autismo, fue atacada el pasado 16 de julio por cinco personas, le rociaron alcohol y prendieron fuego, después de tres días de agonía murió, también había denunciado y publicado en sus redes sociales las numerosas amenazas y agresiones de los vecinos del edificio de habitaba; pero esta historia ha dado un giro de 360 grados en las últimas 24 horas; ya que la Fiscalía Estatal en conferencia de prensa mostró un vídeo donde Raquel había comprado alcohol y un encendedor; además de manipular las cámaras de vigilancia del inmueble en el que habitaba y posteriormente aparecieron las pintas.
No existen cifras reales de las mujeres que han sido atacadas de esta forma, pues hay muchos casos que no se denuncian y no se hacen públicos; sin embargo, hoy podemos darnos cuenta cómo se está rompiendo el silencio y algunas de las víctimas se han atrevido a contar sus historias para que visualicemos lo que ocurre, donde lamentablemente los agresores son los que ganan por la falta de justicia al estar libres y sin sentencia alguna.
En México los ataques con ácido no son considerados como un delito, pero en el 2020 en la Ciudad de México, las agresiones con sustancias corrosivas tienen penas desde los nueve hasta los 12 años de prisión.
Si nos tomamos un momento en revisar la historia de cada una de las víctimas resulta inimaginable pensar en el dolor que sufrieron mientras el fuego consumía sus cuerpos, la angustia que sintieron en esos instantes y la preocupación por sus hijos. En estos tiempos sólo nos queda tejer redes de apoyo; además de luchar para que las leyes cambien en este rubro, porque de nada sirven los cursos enfocados en materia de equidad de género si no se ponen en práctica; además se debería establecer como prioridad nacional la prevención, sanción y erradicación de la violencia.
Por hoy me despido y te invito a no normalizar la violencia que vivimos en nuestro México lindo y querido…
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