Por: Christian Falcón Olguín

 

En 1791, el actor, libretista y director operístico alemán Emanuel Schikaneder (1751-1812) comparte su libreto “La Flauta Mágica” (Die Zauberflöte) al compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), el texto consta de treinta escenas que en su conjunto conformarían una de las obras cumbre de la ópera germánica. La sublime representación del género musical “Singspiel”, modelo de canto popular que desde la opereta se interrelaciona con partes habladas, generando una ambivalencia emocional que deleita genuinamente al espectador.
Es menester mencionar que, el libreto de Schikaneder, describe un singular viaje donde se entrelaza sutilmente la fábula, así como, las interpretaciones iniciáticas en los gremios de los constructores medievales, evidentemente cada acto esta encubierto por un simbolismo hermético al igual que, la representación escénica divertida, reflexiva y de valores universales como el amor, la fraternidad y la justicia.
El argumento del libreto narra en sus primeras escenas el instante en que, el Príncipe Tamino es amenazado por una serpiente, motivando que éste se desmayara al verse perdido ante el inminente ataque, pero de último momento, es salvado por tres damas veladas de negro quienes embelesadas admiran al excepcional príncipe, y es ahí cuando circunstancialmente aparece Papageno, un ser con apariencia de hombre- pájaro, éste es confundido por Tamino al despertar asumiendo que fue su salvador. Pero, mientras el ave humana asume la responsabilidad del acto heroico, también es reprimido por las tres damas, castigándole, al negarle deliciosas viandas e intercambiarlas por un vaso de agua y una piedra y además, colocándole un candado de oro en la boca para evitar que nuevamente se acredite actos ajenos.
Posteriormente, el trío de damas le otorga al príncipe una imagen de “Pamina”, hija de la mítica “Reina de la Noche”, quedando éste prendado al instante por su belleza, promete encontrarla, ya que la doncella está destinada a ser el amor de su vida, pero, ¿Dónde buscarla?, la respuesta es simple: la princesa esta cautiva en el interior del castillo del maligno Sarastro.
Tamino sin darse cuenta, ha sido embaucado por el relato trágico de las damas y el embuste por parte de la reina nocturna quien ha decidido, vengarse de Sarastro ya que, este funesto personaje recibió el “Séptimo Circulo Solar de la Sabiduría” de parte del difundo esposo de la reina. El excelso regalo de misticismo al sacerdote tenebroso y no a su viuda esposa, despertó el despecho de ésta última, y con ayuda de las damas de velo, da al singular dúo, Tamino y Papageno, herramientas mágicas que requerirán para cumplir la misión de venganza, una flauta de oro para Tamino y un carrillón que contenía campanas de plata en su interior para Papageno.
Inmediatamente el par de viajeros inicia su camino hacia el castillo de Sarastro pero, al adentrase entre los valles y bosques ambos toman caminos distintos, llevando a Papageno al encuentro fortuito con Tamina a quien le revela los nobles motivos de su búsqueda, pero al encontrarlos el temible moro Monostatos y sus tres esclavos, los aprisionarían. Entretanto, Tamino es interceptado por tres niños que llevan una rama de palma en las manos, quienes le anuncian, que su camino le dirige hacia un santuario que resguarda el templo de la razón, la naturaleza y la sabiduría, pero, enfatizan que el éxito para lograr su ingreso se basa en mantener la fuerza, la paciencia y el silencio total, fundamentos de enseñanza de los virtuosos. A su arribo al templo, es recibido desde su interior por el Orador quien le pregunta sus intenciones, al tiempo que le aclara que Sarastro es un sacerdote del templo de la amistad, mas no un ser perverso, y que, si desea encontrar a Pamina debe pasar pruebas acompañado del sonido de su flauta, misma que le ayudará a disipar la oscuridad a través de la luz.
La historia transcurre hasta que Tamino y Pamina se encuentran, al cruzarse sus caminos de experiencias dentro del santuario. Sarastro decide otorgarles los misterios de Isis y Osiris, dioses egipcios del sol y la luna, para finalmente ser consagrados en armonía musical ante el círculo solar, escena de celebración fraternal, pues se han encontrado el equilibro entre la mujer y el hombre, la sabiduría y razón del santuario.
Mozart en el crepúsculo de su prolífica y corta vida, recibe el magnífico libreto para plasmar su genio creativo al relato, dejando deliberadamente en cada nota musical la complementación con el argumento literario de Schikaneder, exaltando la interpretación sonora de cada recitativo y aria, así como del terceto, quinteto, coros y marchas que integran la ópera, plasmando con su exquisito toque en la partitura, la armonía perfecta para justificar la comprensión desde el escenario, a un mensaje de amor, justicia y fraternidad que conlleva la magistral obra.
El manejo que Wolfgang Amadeus compuso en las tonalidades y compases musicales de cada escena, exhiben su profundo conocimiento en los efectos de vibración y armonía que el universo genera desde la conciencia de las artes liberales. Así mismo, el uso simbólico del número tres, equilibrado y representado a lo largo del libreto, y que fue personificado en las damas veladas, infantes, esclavos, experiencias y vigilantes entre otros, deja desde el escenario y la comprensión velada, la digna proporción de unificación entre la naturaleza y el ser humano.
Concluyo mencionando que, indudablemente toda persona que tenga la oportunidad de escuchar, ver y atestiguar la Flauta Mágica, podrá encontrar en sus dos actos, un momento para el resguardo en la memoria, y deleitarse especialmente con la octava escena del libreto y la pieza musical del II Acto, donde la Reina de la Noche desentraña “La venganza del infierno hierve en mi corazón” (Der Hölle Rache Kocht In Meinem Herzen), manifestación abrumadora y sublime en la interpretación vocal de toda soprano, expresión evolutiva que te transporta 231 años atrás, y te lleva a imaginar su estrenó operístico sobre el escenario del teatro vienés “Theatre Auf Der Wieden”, donde la vibración y frecuencia del sonido traslada los sentidos al punto sublime en que la luz y oscuridad se hacen presentes, donde la respiración se detiene y el corazón se acelera en emotividad, donde los ojos se cristalizan al límite de las lágrimas y se anuda la garganta, tras recibir la soberbia creación desde el pentagrama musical de aquel salzburgués que, andaba por el camino del lobo, y al mismo tiempo amaba a dios desde el libreto y partitura.