Los operativos policiales en la ciudad de México contra los llamados “montadeudas” o prestamistas “gota a gota”, rebasan con mucho el ámbito de la capital del país y son en realidad un ejemplo más de la expansión del crimen organizado en América Latina.
Se trata de una expansión que deja atrás a las precauciones que tomen los usuarios de esos préstamos, y desde luego a las autoridades, muchas veces coludidas con ese crimen organizado (CO).
Lo relativamente nuevo es que ciudadanos chinos han visto en el mercado latinoamericano de muy pequeños deudores, un nicho para actuar, expandiendo a nuestra región operaciones que ya realizan en su propio país.
A principios de julio pasado se reveló que la Administración del Ciberespacio de China y el ministerio de Seguridad Pública del país asiático se habían unido para enfrentar a las aplicaciones fraudulentas, 42 mil de las cuales se habían hecho merecedoras de medidas por su mal comportamiento.
Pero esa cifra no es la más importante, sino que ese número de aplicaciones habían sido agregadas a una base de datos con alrededor de 3.8 millones de sitios en internet relacionados con el fraude, así como 514 mil aplicaciones con el mismo tipo de fraudulento comportamiento.
Estamos hablando de sitios en internet y aplicaciones solo en China, no a la famosa pero poco conocida “web profunda”, donde es posible traficar con todo tipo de armas, drogas y personas, además de fraudes también de todo tipo.
De acuerdo a la información, las aplicaciones de préstamo chinas operan de manera simultánea varias apps dando la apariencia de que son diferentes, aunque como ya se dijo pertenecen a un mismo dueño y, el colmo, algunas inclusive afirman que son estatales.
En los hechos, los ciudadanos chinos prestamistas se han unido a un mercado fértil, que es el ofrecido por varios países de América Latina, en particular el segmento poblacional de clase media que lucha por mantenerse en ese grupo, que no sabe o no quiere recurrir a los procesos bancarios tradicionales y que debe de recurrir a los préstamos lo mismo para enfrentar una emergencia quizá médica, que comprarse un aparato para el hogar o bien mercancías para sus negocios.
Se trata, si vemos en una perspectiva de décadas, de prestamistas digitalizados que son la evolución del antiguo usurero que igual que los actuales, prestaba a tasas altas y se quedaba, en muchos casos, con todo tipo de bienes, desde relojes quizá sin mucho valor hasta casas o terrenos.
Pero con los usureros digitalizados de nuestros días caemos en la cuenta de que esos pequeños prestamistas son realidad miembros de bandas que crecen a la sombra de otras más grandes, lo que expande al crimen organizado.
Y también que la pandemia de Covid-19 generó necesidades y problemas económicos que siguen sin resolverse, y se vuelven campo fértil para que actúen esos grupos, cuya diversificación, métodos y violencia dejan atrás a las precauciones de las personas y a las medidas de las autoridades. Y desde luego, a los viejos usureros que ante los digitalizados, hasta parecen buenas personas.
Bolivia, Chile, Argentina, Honduras, Colombia o Perú son países donde más se ha podido detectar este tipo de delitos a cargo de bandas del CO, con la peculiaridad de que en México ya se habían detectado y detenido bandas de prestamistas colombianos que hacían sus negocios en persona.
Ante este tipo de crímenes, palidece la acción policial de los países en lo individual, y se vuelve indispensable que las autoridades actúen coordinadamente logrando acuerdos transfronterizos. Los ancestrales problemas para lograr la unidad de la región se suman a la corrupción policial para que en los hechos, la gente quede indefensa y con la única opción de decir “No” a ese tipo de préstamos, aunque lo necesiten.
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