El plebiscito de la posible futura Constitución de Chile inicia el fin de año 2022 en América Latina, que incluye la elección presidencial en Brasil, y las repercusiones regionales de los comicios congresionales en Estados Unidos.
Lo inmediato es Chile donde este domingo cuatro de septiembre están convocados de manera obligatoria los más de 15 millones de ciudadanos chilenos para decidir si aceptan el proyecto de Constitución que sustituirá a la promulgada en la época pinochetista, y cambiar así de régimen por la vía pacífica.
Recordemos que el país conosureño fue el primero donde empezaron de manera plena en América Latina las políticas económicas y sociales que en conjunto conforman el neoliberalismo.
Una de las más significativas fue la creación de los fondos de retiro para que en grandes líneas, toda persona trabajadora al jubilarse lo haga con lo que ahorró durante sus años laborales. Como en otros países de la región que adoptaron ese sistema, al comenzar las primeras jubilaciones surge la realidad de que las cantidades de las pensiones son muy bajas.
En ese marco, desde una perspectiva general, el objetivo de la nueva Carta Magna es regresar protagonismo al aparato estatal, disminuido por la filosofía neoliberal que contrapone el impulso individual a la acción estatal.
Por eso no resulta extraño que un alza a los precios del transporte en 2019 generara amplio disgusto social y comenzarán protestas violentas, donde no solo habría que ver el comportamiento de los manifestantes, muchos de ellos jóvenes viendo las grises perspectivas de su futuro, sino también el de las fuerzas del orden, específicamente de los militarizados Carabineros, que precisamente el nuevo ordenamiento legal regresa al ministerio del Interior, además de darle perspectiva de género y la paridad en los puestos de toma decisiones.
Las opciones que tendrán los ciudadanos chilenos serán marcar la opción “Rechazo” o bien la “Apruebo”, y si se consultan las encuestas previas, los votantes llegarán a las casillas con un ánimo diferente al que aprobó redactar en 2020 una nueva Constitución, pues la mayoría se inclina de acuerdo a esos sondeos, por el “Rechazo”.
Como en otras muchas elecciones en cualquier parte del mundo, el grupo de indecisos que suma entre el 10 y el 15 por ciento del electorado, podría inclinar la balanza, ya que de acuerdo a los sondeos, esos votos darían el empujón que necesita el “Apruebo”.
La campaña por ambas opciones ha estado contaminada por el fenómeno de la “infodemia”, que también se vio en la pandemia de Covid-19, es decir, la amplia difusión de noticias falsas, desde aquellas que difunden inexactitudes, hasta las que son mentiras simplemente.
Entre las mentiras e inexactitudes se encuentra que la propiedad privada no está protegida por el nuevo texto, que el aborto estará permitido hasta los nueve meses de gestación, que se permitirá a inmigrantes recién llegados que voten, que desaparecen las instituciones privadas de educación o salud, que los mayores de 60 años de edad no están obligados a sufragar, figuran entre las más divulgadas, pero también es de destacar que el texto de 178 páginas de la posible nueva Constitución figuró entre los libros más vendidos el pasado julio.
Para muchos la victoria del “Rechazo” sería también una derrota del presidente Gabriel Boric y su proyecto. Esta interpretación olvida que la nueva Constitución nació de un impulso social anterior a él, y que ese mismo impulso le hizo ganar los comicios. Lo que estaría cambiando sería ese impulso.
Por ello la votación de este domingo será en realidad una medición entre los segmentos sociales chilenos que desean permanecer en el pasado, por ejemplo con una policía militarizada que defienda el “orden”, y aquellos que comprenden que el cambio es la norma en la vida humana, sea individual o social, y quieren dar ese paso de una mera pacífica y democrática.
De salida. Quiso reconstruir (perestroika) a la Unión Soviética a través de políticas como la apertura (glasnot) pero no pudo. La muerte de Mijaíl Gorbachov ha hecho recordar el fallido pero necesario intento de reformar a la URSS, el cual terminó con su desmembramiento. Hoy Vladimir quiere recorrer el camino inverso en la medida de lo posible. La invasión a Ucrania es el ejemplo más claro. ¿Podrá?
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