“Ma, te aviso que no voy a ir a trabajar, amanecí mal de la garganta. Al rato llamo al trabajo para reportarme enfermo”. Eran casi las 7:19 de la mañana, hora en que inició el terrible terremoto del 19 de septiembre de 1985.
Al terminar esas palabras todo empezó a moverse. Las lámparas colgantes de la sala golpeaban de lado a lado con el balanceo. Algunos objetos cayeron del lugar en el que se encontraban.
Me sostuve como pude del marco de la puerta de la recámara de mi mamá hasta que terminó la sacudida sísmica. ¡Vaya que había estado fuerte! Aun así, después del terremoto regresé a mi cama a dormir pues en realidad me sentía mal.
Volví a despertar como a las 10 de la mañana, la garganta ya no tenía malestar. Quisimos encender la televisión para saber qué había pasado con el temblor. No había energía eléctrica. Al poco rato se restableció el servicio.
No se podía sintonizar ningún canal, hasta que de pronto, la señal de Televisa apareció. Con las típicas frases de “estas son las imágenes del temblor de esta mañana en el Distrito Federal”, comenzaron a mostrar los múltiples derrumbes de edificios que habían ocurrido.
Los Televiteatros, el Centro Médico, muchas casas en la colonia Guerrero, en la Roma, en el Centro Histórico. Una de las torres de transmisión de Televisa en Avenida Chapultepec se vino abajo con todo y el edificio. El icónico noticiero matutino “Hoy mismo” con Guillermo Ortega, Lourdes Guerrero y Juan Dosal salió intempestivamente del aire.
En cuatro minutos, el movimiento tectónico le cambió la faz a la ciudad y a muchas otras en el país. Los multifamiliares Juárez colapsaron. El edificio Nuevo León, en Tlatelolco quedó en ruinas en cuestión de minutos. Este lugar cobró relevancia mundial debido a la presencia del tenor Plácido Domingo, quien se sumó con los rescatistas voluntarios en la búsqueda de sus familiares que vivían ahí.
Los edificios que albergaban talleres de maquila de ropa en el área de San Antonio Abad, en la colonia Obrera se desplomaron, producto del temblor pero también del sobrepeso que implicaba la instalación de las máquinas en inmuebles diseñados para casa habitación. Cientos de costureras explotadas y mal pagadas fallecieron ahí.
La tragedia de 1985 tomó tan inmóvil e ineficiente al gobierno de Miguel de la Madrid, que tardó horas en reaccionar, activar y apoyar a la población en desgracia. La solidaridad del ciudadano común, de a pie, se hizo manifiesta de inmediato, organizando brigadas de rescate, remoción de escombros y búsqueda de sobrevivientes.
Tuve el honor de colaborar con un pequeño grano de arena en la distribución de cobijas y pan en algunos albergues, habilitados en auditorios, iglesias y lugares similares. Me tocó ver muy de cerca los rostros de sufrimiento y dolor. Gente lastimada, entre sangre y polvo, todavía en shock sin atinar exactamente lo que había pasado.
Difundamos y promovamos la cultura de la prevención en el caso de los sismos. Participemos responsablemente en los simulacros que cada año se realizan sobre este tema. La fuerza de la madre naturaleza es implacable y, en el caso de los sismos, no anticipa su llegada.
Comenten sus experiencias con los temblores. Leo y contesto todos sus mensajes y comentarios. ¡Felices fiestas patrias!
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