“Está temblando de a deveras”, “no creo, es el simulacro”, “nooooo, ¡sí se siente!”. Mucha confusión y ataques de pánico generó el tercer sismo de alta intensidad que se registra en la Ciudad de México en la trágica fecha del 19 de septiembre.
1985, 2017 y 2022 son los años en que se ha hecho presente esta evidencia que habitamos un planeta vivo, en constante cambio y – no estaría tan seguro, evolución. La probabilidad que se presente un sismo, tres veces en la misma fecha es de 0.000751%, de acuerdo a José Luis Mateos, especialista en sistemas complejos del Instituto de Física de la UNAM.
En las tres ocasiones a las que hago referencia, los sismos han tenido diferentes epicentros y profundidad de los mismos, la repercusión en CDMX ha sido la misma, una magnitud de 7 grados en la escala de Ritcher o más.
Colima y Michoacán sufrieron los mayores estragos en 2022: cuantiosos daños y el lamentable fallecimiento de 2 personas. El 19 de septiembre quedarán en el registro histórico. En la réplica más fuerte, el 22 de septiembre en la madrugada se registraron 3 fallecimientos adicionales, una señora que cayó en las escaleras mientras evacuaba su hogar y dos señores experimentaron un infarto.
Han pasado 37 años desde el primer fatídico terremoto. Mucho se ha avanzado en materia de prevención de desastres, especialmente de los movimientos telúricos. Lamentablemente hay lecciones muy básicas que no hemos entendido a cabalidad.
Cuando suena la alarma sísmica se anuncia la llegada de un temblor de tierra. Aún se dispone de dos a tres minutos antes que inicie el evento. La señora, lamentablemente sale corriendo, se tropieza y se golpea la cabeza en las escaleras. La salida es rápida pero en calma.
De los infartos es muy complicado comentar. Existen personas muy sensibles a este tipo de eventos. Rápidamente, la ansiedad y el pánico se apoderan de ellas, lloran, tiemblan, gritan y les cuesta mucho trabajo ubicarse en la realidad para ponerse a salvo; incluso pueden obstruir la salida y, por ende, la salvación de otras personas.
Quienes hemos experimentado de cerca estos tremores, observando los edificios que se tambalean como si fueran de plastilina, las ondulaciones de la tierra o el pavimento, el balanceo descontrolado de autos y camiones, sabemos el miedo interior que provoca la furia de la madre naturaleza.
El sismo de 2022 nos sigue dejando enseñanzas. En muchos lugares, llámese escuelas, oficinas o empresas se prepara el simulacro anual como un evento más “que hay que realizar para cumplir”. El subsiguiente sismo de este año desnudó la ignorancia de los protocolos básicos y la falta de liderazgo y estrategias, realmente efectivas, en caso de los sismos reales.
Las réplicas han continuado en los días anteriores. Mantengámonos alertas y, sobre todo, informados de lo que hay que hacer en estos casos. Mi abrazo afectuoso y solidaridad para las familias afectadas y quienes sufrieron la pérdida de valiosas vidas.
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