Por: Carlos Muñoz Moreno
Si bien es cierto que de acuerdo a la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin se sostiene que sólo los más aptos sobreviven y que, precisamente los cambios que las especies van sufriendo para adaptarse al medio son los que las mantienen vigentes, y que incluso esos cambios, esa evolución, permiten el surgimiento de mejores especies. Esta verdad no es tal en todos los ámbitos que van más allá de lo biológico y, de manera particular no lo han sido en numerosos cambios sociales.
Tan solo en el lenguaje, con la evolución natural de las lenguas, con el encuentro de unas con otras, surgen nuevas y hermosas palabras, pero también, fruto de la pereza al hablar, o al escribir, o de las ideologías el idioma se degrada, asume barbarismos, neologismos y extranjerismos que poco a poco se asimilan y reflejan la pobreza lingüística de las nuevas sociedades.
Sirva como ejemplo esto al tema que quiero abordar, que es la transición política que vivimos en Hidalgo desde el 5 de septiembre pasado, cuando después de más de nueve décadas, el gobierno de un solo partido, y un grupo hegemónico llegó a su fin para darle el espacio a una “nueva” clase política, a una “nueva” forma de ser gobierno y por tanto a una “nueva” visión de estado”, es decir, de una evolución en la forma de gobernar.
Y esta evolución debe ser positiva, y por tanto debe estar acompañada e impulsada por la ciudadanía. Desde mi análisis anterior, señalé que no puede tratarse sólo de un cambio de personas para seguir haciendo lo mismo, de mantener el estilo y los vicios, los usos y costumbre de la ahora antigua clase política que solo cambie en los rostros, pero permanezca en la forma de existir y de operar; y sé que es muy pronto para hacer juicios de valor sobre lo que pasa o no con el nuevo gobierno, pero es necesario que los paradigmas, las premisas, bajo los que se gobernó la entidad, empiecen a cambiar.
De entrada, y no sólo en Hidalgo pasa, dejar de lado el paternalismo será fundamental para que una sociedad más politizada y democrática empiece a madurar, poniendo como uno de los puntos torales de esta transformación la participación ciudadana, no sólo en las estructuras gubernamentales que muchas veces se usan para cooptar nuevos liderazgos, como los comités de obras, o los de transparencia, entre muchos otros, sino auténticamente ser observantes y críticos de las acciones de las estructuras de gobierno, de los tres poderes, no sólo del ejecutivo, de modo que la participación ciudadana sea el permanente recordatorio de que lo funcionarios públicos han recibido un mandato que emana del pueblo, no del capricho del jefe inmediato.
Un verdadero cambio de paradigma, a contrapelo de muchos intereses facciosos, debe permitir y fomentar –o en su caso como ciudadano lo debiéramos exigir— la participación política efectiva y competitiva más allá de la política partidista, no sólo en el ámbito electoral, como candidatos y candidatas, u observadores electorales; es necesario que surjan y se fortalezcan organismos de la sociedad civil organizada que puedan plantear, apoyar y promover el desarrollo democrático, político, económico, cultural, educativo y social de la entidad desde la trinchera de la ciudadanía, o de lo contrario estaremos cayendo en una reedición de más de lo mismo con otros nombres y otros rostros.
Reitero que es temprano para analizarlo, pero es fundamental ponerlo sobre la mesa; con esta alternancia largamente esperada por muchos opositores, fruto de la lucha de organizaciones y ciudadanos comprometidos con sus comunidades, con su estado y con sus conciudadanos, debe llegar la hora del ciudadano, el momento en que hombres y mujeres sin partido puedan ser partícipes del quehacer gubernamental sin la necesidad de expresar filias o fobias contra tal o cual color, donde la expresión, dentro de los márgenes de la democracia, la tolerancia y la civilidad, sea recibida con apertura y civilidad, no con recelo o desconfianza.
Hasta ahora, reitero a escasas semanas del inicio de este gobierno, aunque subyacen algunos viejos vicios fruto de décadas de la misma práctica política, hemos podido ver un gobierno menos estridente, con un discurso de apertura e inclusión que da esperanza a miles de hidalguenses. Con el paso del tiempo, con la elaboración y presentación del Plan Estatal de Desarrollo y con la presentación de los proyectos de ingresos y egresos, se irán delineando las prioridades de la administración de Julio Menchaca, los apoyos prometidos por la cercanía con la Presidencia de la República y el actuar, con más certezas de los nuevos titulares que siguen revisando el estado en que recibieron sus secretarías, de los secretarios y colaboradores más cercanos del Gobernador.
Sin embargo, y sin dudas, esta transformación necesaria en la forma en la que construimos sociedad y democracia, no puede esperarse sólo de la actuación gubernamental; es cierto, es hora de Hidalgo, como lo es de los jóvenes, de los estudiantes, de los ciudadanos, de las mujeres, es hora de los indígenas, del campo, es la hora de la inclusión y es hora de construir verdadera ciudadanía sin sentarnos a esperar que el paternalismo gubernamental trabaje sólo y decida sólo.
¡Un abrazo a la cuatitud!