Las filtraciones de documentos de ejércitos de Chile, México, Colombia, Perú y El Salvador se dan en momentos de tensión política en cada uno de esos países, cuyos gobiernos tienen el común denominador de identificarse como de izquierda, lo que abre la puerta a la duda de si se busca denunciar a quienes garantizan “el dominio del imperialismo norteamericano”, como dicen quienes consiguieron los datos, o es una acción contra esos gobiernos.
Guacamaya en su comunicado de presentación de las filtraciones (https://cutt.ly/TBqURBv) recurre a la cultura kuna, etnia de Panamá y Colombia, para referirse a América Latina con la palabra Abya Yala, en una reivindicación que conjuga indigenismo con anticapitalismo.
En esa reivindicación conceptualiza a los ejércitos y las policías regionales como creados para apaciguar “cualquier vestigio de descontento” y “para mantener presos a sus habitantes”.
Sin embargo, Guacamaya era conocida por sus filtraciones desde principios de año cuando reveló información sobre Guatemala Niquel Co., que opera en el municipio de El Estor, en Guatemala, filtración explicada en marzo pasado a Forbidden Stories (https://cutt.ly/jBqSRXY).
En Chile las filtraciones hicieron que el general Guillermo Pavia presentara su renuncia como jefe del Estado Mayor y que además pasara a retiro. La ministra de Defensa, Maya Fernández, regresó de inmediato de Nueva York donde acompañaba al presidente Gabriel Boric a la Asamblea General de la ONU.
Los alrededor de 400 mil correos militares chilenos fueron filtrados el 19 de septiembre, Día de las Glorias del Ejército, y tocaron de lleno a Pavia, quien era el director de Inteligencia del Ejército cuando se desató el descontento social en octubre de 2019, y rindió un informe sobre la posibilidad de que agentes de Venezuela, Cuba y Bolivia, estuvieran animando esa protesta social.
En Colombia la filtración revelaría colaboración de su ejército con el chileno, pero al parecer no habría información particularmente sensible, aunque la intromisión es ya un hecho muy problemático para instituciones de donde obtener información es particularmente difícil.
Por su parte la prensa salvadoreña anunció este fin de semana que espera se conozca el contenido de los alrededor de 10 millones correos electrónicos obtenidos de la Fuerza Armada de El Salvador y de la Policía Nacional Civil, instituciones que han guardado silencio, a diferencia de sus similares de Chile y Colombia, que aceptaron el hackeo.
Una posición similar se da también en Perú, donde las revelaciones parecen de poca importancia o que son inexistentes quienes se encuentran interesados en saber secretos militares peruanos.
La filtración no es una novedad para la prensa. Entre las más conocidas figura la hecha a Bob Woodward, reportero del Washington Post, quien junto con Carl Bernstein, investigaban el supuesto intento de robo a oficinas del Partido Demócrata en Washington, y terminó con la renuncia del entonces presidente republicano Richard Nixon. W. Mark Felt era la famosa “Garganta Profunda” que daba la información a Woodward desde su cargo de Director Asociado del FBI.
La filtración no es periodismo de investigación, aunque naturalmente puede ser el motor de arranque. De hecho, Garganta Profunda filtraba datos que ayudaban a los reporteros en su investigación.
En el caso mexicano esta filtración alimenta el fuego en que vive la política del país, y un elemento revelador al respecto, es que la cuenta de Twitter de los hackeadores es falsa, porque “el grupo Guacamaya nunca tendrá cuentas en redes sociales”, según se lee en la página donde se presenta la información sobre Chile. (https://cutt.ly/kBqFahU)
De salida: Imposible irse sin una rápida mención a Brasil. Si en la segunda vuelta se reelige el presidente Jair Bolsonaro, tendrá al Congreso y la mayoría de gobernadores de su parte. Si por el contrario Inacio Lula da Silva es el ganador, tendrá que remar corriente arriba ante esa mayoría de diputados, senadores y gobernadores que le serán opositores.
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