por Christian Falcón Olguín
El novelista, dramaturgo y poeta alemán Johann Von Wolfgang Goethe (1749-1832, considerado el máximo exponente de la literatura germana, publica en 1808 su obra cumbre: Fausto, novela que narra las aspiraciones y personalidad del Doctor Fausto, hombre de ciencia que se encuentra ante la encrucijada de negociar su alma con el diablo a cambio de la prontitud de conocimiento, hedonismo y comprensión del sentido de la existencia, sin darse cuenta que, la respuesta se encuentra implícita en la condición humana, a través de la facultad de amar y en capacidad cotidiana de aprender a vivir.
La narrativa de la novela inicia, durante un conversatorio celestial que Dios tiene con los Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, quienes le comparten la grandeza de su presencia resplandeciente y los relevantes acontecimientos de la humanidad en el mundo, pero, inesperadamente son interrumpidos por la presencia demoniaca de Mefistófeles, quien descarga con sutileza una serie de cuestionamientos maliciosos sobre las miserias sociales y de la existencia por lo menos de una persona que justifique el libre albedrio del género humano; la respuesta Divina fue inmediata y fulminante: Fausto.
La réplica de Mefistófeles no se hace esperar anteponiendo una perversa apuesta, asegura que él podría llevar al predilecto Fausto por el desvió del fin moral de su libre personalidad, llevándole a la perdida absoluta de verse digno para ingresar al paraíso prometido y, demostrar la equivocación del supremo maestro creador, ante tal desafío: Dios accede a dar paso a la peculiar prueba.
Fausto es un médico insatisfecho por su personal conocimiento religioso, científico y humano, quien busca mediante las artes oscuras acceder más allá de los límites del saber, pero al verse con la imposibilidad de lograrlo decide suicidarse en la víspera de las fiestas de Pascua, sin embargo, repentinamente, desde las sombras el médico es interrumpido por la presencia de Mefistófeles, quien le propone a través de un pacto de sangre ayudarle a encontrar la sapiencia deseada y el sentido de la vida, a cambio del otorgamiento de su alma. El viejo Fausto acepta la vil propuesta, siendo rejuvenecido y llevado a través de un viaje vivencial en la búsqueda del significado del valor del amor, la amistad y el sacrificio,
Primeramente, Fausto descubre el amor desbordado con pasión, al quedar totalmente embelesado por la belleza de Margaret, pero ante la dificultad de no ser correspondido por la encantadora mujer, Fausto le pide ayuda al maligno Mefisto, quien intercede a su petición a través de sus oscuras formas de engaño y apariencias, para que así, el medico pueda enamorarla y seducirla. A partir de este momento, se desencadena una serie de acontecimientos familiares infaustos que concluirán con la locura y encarcelamiento de la joven Margaret.
Mientras tanto, Fausto turbado por lo acontecido, es llevado por Mefistófeles a la noche de Walpurgis o de Brujas, son guiados por susurros corales de fuegos fatuos que les adentra en el mundo de las quimeras, extrañas criaturas y hechiceras, su camino entre abismos y desfiladeros, llamaradas y plegarias son la constante a la cima del monte Brocken, lugar donde Fausto atestiguará los canticos a las pasiones, a los deseos de poder y las bajas pasiones que definen aquel territorio dantesco, llevándole a un punto de inflexión y deseo por encontrar nuevamente la luz y la claridad en lo profundo de su alma, intentando dejar lo anterior, en solo un vago recuerdo.
Al encuentro nuevamente con la realidad terrenal, Fausto se entera del infortunio de su amada y, una vez más le pide ayuda al príncipe oscuro para rescatarla, pero, en su encuentro e intento por salvarle la vida, descubre la verdad de lo ocurrido, sin embargo, la debilidad y delirio acumulado llevan a que Margaret muera en sus brazos; y es a partir de ese momento, donde se hace presente el arrepentimiento consigo mismo, llevándole a injuriar el momento en que confió en Mefistófeles y, es entonces cuando el doctor Fausto pide que sea llevada su alma al infierno, pues, no se merece digno de poseerla, ya que no puede con tal carga de pesadumbre, amargura y falta de consciente de un hombre iluminado por el conocimiento.
Ante la situación y catarsis, llega el momento, en que todo se detiene; Dios, aparentemente había perdido la apuesta por los fáusticos deseos, pero se ha demostrado al final que le ha ganado la partida a Mefistófeles, pues el mérito de Fausto en sus acciones repletas de amor puro y arrepentimiento han demostrado a todas luces el sublime valor de la humanidad, por ello Dios decide enviar una legión de ángeles para liberar su alma y evitar que sea llevada al purgatorio por el príncipe del engaño.
Para concluir, quiero mencionar que la obra máxima de Goethe, a lo largo de dos siglos desde su publicación, ha dejado múltiples interpretaciones o visiones atemporales que desvelan claroscuros de los vicios y virtudes de la condición humana. En concordancia a la actualidad, con las aspiraciones a la inmediatez y a la prontitud de resultados, sin importar lo que cueste o por quien se pueda sobrepasar, dejando de lado el esfuerzo honesto, la tenacidad y el trabajo permanente; quizás, no es necesario hacer un trato directo con Mefistófeles, sino simplemente romper el pacto consigo mismo, aquel acuerdo inherente que toda persona tiene por ser de una sola pieza.
Por ello, que es irrelevante la temporalidad de la existencia en este plano físico y el paso de la trascendencia del alma, sino lo relevante por el contrario, es lo vital impreso en las acciones, vivencias y errores cotidianos; hay que dejar de lado lo irreverente de verse perfectos ante el espejo, puesto que lo único que otorga la perfección como seres humanos, es la imperfección, y, la consideración consciente de que la inmortalidad se alcanza a través de la mortalidad, porque, únicamente el legado, el recuerdo y la memoria en los demás es lo único que se deja inmortal en este mundo material.
Finalmente, quiero decirte: “Tal vez, tú no puedas tener siempre todo lo que quieres en la vida, pero curiosamente los tienes todo: ¡Vida!”. Lo demás, son simplemente anhelos fáusticos.