Por Arturo Moreno Baños

 

El 28 de octubre de 1892 es recordado porque en nuestra capital pachuqueña comienzan los trabajos para la construcción del horno de cremación propuesto por el Dr. Andrade. 130 años cumple este horno y con el surge una historia que bien merece la pena conocer.
Debido a que las haciendas de beneficio y pobladores arrojaban en las barrancas y en la periferia de la ciudad cadáveres de animales de carga, como caballos y mulas, se optó por edificar un horno de cremación en el “Rancho palmitas”.

Los caballos eran empleados principalmente para mover los malacates de las minas, además eran usados para mover los carros en el interior de las minas, entre otras labores. Por esta razón la vida de estos animales era corta al tener contacto con los minerales tóxicos de las minas y en las haciendas de beneficio de patio.

Los restos sin vida de estos animales eran abandonados contaminando la fauna silvestre y produciendo olores fétidos mezclados con el aire puro, provocando enfermedades mortales como tifo, viruela y pulmonía. Por ello el alcalde, Dr. Nemorio Andrade y el Consejo Superior de Salubridad del Estado de Hidalgo presentaron la iniciativa de edificar un horno de cremación.

Curiosamente el horno tuvo una historia macabra a aparte de su utilidad para cremar animales muertos. La misteriosa desaparición en la ciudad de Pachuca del periodista Emilio Ordóñez, entre finales de marzo y principios de abril de 1894, dio pábulo a diversas conjeturas que la prensa y la conseja popular se encargaron de maximizar y que el presidente Porfirio Díaz aprovechó para destituir a Rafael Cravioto del cargo de gobernador.
En efecto, Narciso J. Fernández, quien llegaría a ser gobernador del estado, esbozaría, en un diario de la época, la posibilidad de que el cuerpo de Ordóñez que estaba preso en la cárcel de la capital del estado se hubiera incinerado en el horno crematorio inaugurado por el gobernador Rafael Cravioto.

El Periódico Oficial del 1º de mayo de 1894 dedicó por completo su editorial al asunto, señalando que Emilio Ordóñez, después de fugarse de la cárcel de Pachuca la madrugada del 2 de abril de ese año, se refugió en un rancho de Chicontepec, Veracruz, donde se supo fue asesinado por un indígena.

Sin duda, la nota aclaratoria del Periódico Oficial resultó a todas luces inverosímil, pues ni los amigos y familiares de Ordóñez ofrecieron pruebas del homicidio y cremación del cuerpo, ni la versión del gobierno resultó creíble, de modo que, ante las conjeturas de un lado y otro, la historia cedió paso a la leyenda.

Lo cierto es que la misteriosa desaparición, permitió que el presidente Porfirio Díaz, informado de que el gobernador Cravioto pretendía levantarse en armas en Huauchinango, le retirara su apoyo para continuar en el gobierno local, por lo cual le mandó llamar para decirle que deseaba concluyera cuanto antes su gestión.
Cravioto le respondió entonces: «Compadre, me haces esto porque sabes que ya no monto a caballo», aunque bien sabía el viejo dictador que Cravioto era hombre valeroso y querido por diversos grupos esto no fue suficiente para mantenerlo en el cargo. Además, entre los que apoyaban a Cravioto se encontraban los «valientísimos tenangos», indígenas oriundos de Tenango de Doria, que se distinguieron durante la intervención francesa bajo las órdenes del general Rafael Cravioto por su valor.

Después de la entrevista Díaz-Cravioto, llegadas las elecciones para elegir gobernador en el estado de Hidalgo, el presidente ordenó que las maniobras militares a cargo del general Lauro Villar se hicieran sorpresivamente en Pachuca.

Al llegar los contingentes de soldados a las órdenes del general Villar, éste acudió a saludar al gobernador a quien le dijo: «Mi general, tengo órdenes del presidente de manifestar a usted su deseo de que en las elecciones resulte triunfador don Pedro L. Rodríguez y aquí estaré hasta que se cumplan, en tanto debo decir a usted que mis cañones apuntan sobre la ciudad por si hubiera algún fracaso en esta petición».

Los comicios se celebraron y en total desacato a las órdenes de don Porfirio, el general Cravioto fue electo y tomó posesión el primero de abril de 1897 y aunque Lauro Villar no hizo sonar sus cañones, otro grupo de militares, según señalan las crónicas, irrumpieron en las propiedades del general en Huauchinango, donde, de acuerdo con el parte enviado al presidente, encontraron armamento, y entonces Cravioto fue obligado a renunciar el 30 de octubre de ese año.