Pocas veces una reunión de los jefes de Estado de las naciones con mayor peso económico y político ha sido tan importante como la que el Grupo de los 20 (G20) celebra en Indonesia. La guerra que desató Rusia por su invasión a Ucrania le ha dado ese carácter y más aún, con el par de misiles de fabricación rusa que impactaron Polonia cerca de la frontera ucraniana.
Las alertas se dispararon en los trabajos cuando se conoció la caída de los misiles, que en un primer momento fueron atribuidos a Rusia, que este martes 15 disparó alrededor de un centenar sobre la capital ucraniana de Kyev, lo que en principio dio credibilidad a los anteriores.
La andanada misilística se da luego de que Ucrania se ufanaba de la recuperación de áreas de su territorio y anunciaba una pronta victoria. El ataque ruso parecía responder ese anuncio anticipado.
En los hechos se trata de una guerra en la que ni los expertos militares tienen certezas.
Al inicio el 24 de febrero pasado se esperaba que Ucrania cayera en pocos días, quizá menos de un mes, en manos de Rusia y esta la integrara a su soberanía. En vez de ese horizonte prácticamente se ha llegado al invierno –que en esas latitudes suele ser duro- sin que el pequeño país sea sometido por el Kremlin tras prácticamente nueve meses de invasión.
Los dos misiles atribuidos a Rusia en un primer momento que cayeron en suelo de Polonia, tensaron al máximo la situación y desde luego los trabajos del G20, que tenía en su agenda los problemas de la activación económica tras la pandemia de Covid 19, y las complicaciones que ha traído a esa reactivación la invasión rusa a Ucrania.
Con el paso de las horas la situación se volvió confusa. Rusia negó la autoría del lanzamiento de los misiles caídos en Polonia, y al fin del martes, el presidente estadunidense Joe Biden consideraba “improbable” que Moscú fuera el autor.
Sin embargo la situación no ha perdido tensión. Una provocación por parte de Ucrania también parece improbable ya que carece de los recursos necesarios para hacerlo y esconder la mano. Lo que es un hecho es que podría tratarse de una provocación (pero ¿de quién?) con un fin innecesario, pues Rusia no ha podido quitarse el estigma de invasor.
El fantasma de una guerra regional se agudizó, si es que alguna vez se ha atenuado desde el inicio de este conflicto. Polonia forma parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN o NATO) y por ello puede pedir la ayuda de la organización militar que agrupa a América del Norte y Europa, para defenderse de una agresión, si es que así considera la caída de los misiles.
Por supuesto, no se trata de una petición y respuesta automáticas. Muchísimas circunstancias serían tomadas en cuenta, y la más obvia es que el costo alto de una guerra regional de nuevo con teatro de operaciones en Europa –que sería la tercera en un siglo- se erigiría en la tumba de la recuperación económica de por si endeble tras la pandemia de Covid 19 –que es importante decirlo, aún sigue- con el muy alto riesgo de convertirse pronto es la primera guerra nuclear en forma.
La OTAN y las siete naciones más industrializadas del mundo (G7), analizan cada una por su parte la situación, que en poco ayuda a la normalización económica. De acuerdo al seguimiento de los precios de materias primas que realiza el Financial Times, el precio del maíz no se disparó, pero aún sigue esta segunda semana de noviembre, 14.97 por ciento por encima del que mostraba en 2021.
Y desde luego, existe un efecto indeseable para Rusia, que haya o no sido autora del lanzamiento misilístico, aumentó su grado de aislamiento, lo que reduce su capacidad de maniobra, sobre todo cuando ni China o India están respaldándola como el presidente Vladimir Putin quisiera.
Y una derivación local: México es país fundador del G20, creado para enfrentar la crisis económica de los años 90 del siglo pasado. Está representado en esta cita por el canciller Marcelo Ebrard, pero ahí es donde se extraña la ausencia de su jefe de Estado.
De salida: Donald Trump lo quiere hacer de nuevo. Concretó su anuncio de ir por la candidatura presidencial del Partido Republicano para las elecciones del 2024. Pero el contexto es muy diferente, empezando por la invasión rusa a Ucrania.
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