Por Carlos Muñoz Moreno

La marcha en defensa del INE, el pasado domingo, no fue una muestra de fuerza de los partidos de oposición, o de los grupos de poder, o de los fifís –AMLO dixit— ni de traidores a la patria, sino de la ciudadanía que, unos militantes y otros sin partido, defienden los que en este país se ha construido desde hace casi treinta años: la democracia participativa en manos de la ciudadanía.

No soy de los que creen que el INE debe permanecer intocable como tampoco lo soy de quienes creen que el camino para fortalecer la democracia pase por devolver al gobierno el control de las elecciones; creo que la vía para mejorar y seguir madurando nuestra democracia electoral es dar mayor autonomía a los ciudadanos, fomentar la participación de éstos en los procesos, como candidatos también, sentar las bases para un pisco parejo en este sentido y acotar los privilegios de las cotosas burocracias partidistas, lo que significa menos dinero a los partidos y garantizar, la operatividad de los órganos electorales, económica y políticamente.

Para mí, esto significa que los ciudadanos deben tener mayores oportunidades y flexibilidad para acceder a candidaturas independientes, acotando el oportunismo de políticos profesionales que, ante la negativa en sus partidos, quieren engañarnos disfrazándose de “independientes”.

También significa la posibilidad de que los partidos políticos dejen de depender del financiamiento público, pero con candados que inhiban la llegada de dinero ilícito a los partidos y a las campañas. Para ello se debe fortalecer el presupuesto del INE, y no los sucesivos recortes con los que se le ha castigado.

Para que esto ocurra la visión del gobierno federal tiene que centrarse en la institución, no en los consejeros que ve como enemigos; la personas se irán, llegarán nuevos consejeros, pero la institución debe permanecer, evolucionar y mejorar, de lo contrario corremos el riesgo de que se promueva un retroceso y se eche por la borda todo el esfuerzo ciudadano para fortalecer, por décadas, nuestra democracia.

Es la hora de la negociación, no de las bravuconadas, es la hora del diálogo y de alcanzar los logros que hagan nuestra democracia más fuerte, que impulsen la representatividad de los ciudadanos en los congresos, locales y federal, así como en el senado, y que estimulen la participación ciudadana en todos los procesos electorales, y eso sólo se hará sembrando confianza y certeza, no con polarización, descalificaciones y réplicas inútiles como la que ahora el Presidente hace al convocar una marcha, como si quisiera demostrar que él tiene más seguidores.

Yo creo que eso es estéril, en principio porque la marcha del pasado domingo fue de los ciudadanos y, si ocurre, la del 27 de noviembre nos permitirá ver la operación política desde el poder, con acarreos, pases de lista, cuotas para cada gobernador morenista, para cada comité estatal de MORENA, donde estarán los beneficiarios de los programas gubernamentales impulsados desde la presidencia.
Por eso, sin afanes de descalificar, creo que, para construir ciudadanía, nuestros gobernantes, más allá de su origen partidista o sus preferencias ideológicas, deben trabajar para construir, tender puentes y generar armonía, no en retarse y envalentonarse, haciendo estéril toda labor en beneficio de la gente.
¿Tiene caso? ¿se juega a las vencidas? Creo que en política no podemos jugar a avasallar, porque el arte de la política está en la tolerancia, la inclusión, la negociación y la construcción de acuerdos que sean benéficos para los ciudadanos, porque de lo contrario estaremos incrementando la polarización, la división, el odio y el rencor entre los mexicanos y, gobernar con el hígado, desde el rencor y el revanchismo, es el camino equivocado.

El escenario del relevo es el mismo que el planteado respecto a los consejeros del INE: quienes hoy gobiernan, quienes tienen una posición de poder, quienes tienen un mandato como diputados o senadores, un día se irán, pero las instituciones persisten, y quienes nos gobiernan o nos representan deben hacerlo con esa visión, con la disposición de construir un mejor país, una mejor sociedad y una democracia más madura y fortalecida; su legado será la fortaleza de las instituciones, del tejido social, de la inclusión y de un nacionalismo sano, que no permita vivir, vernos y construir nuestra nación como iguales, desde nuestra diversidad.

Por lo pronto este tecleador sigue en la lucha y en la brecha, sin partidismos, pero con la convicción de construir, desde mi trinchera, un mejor Hidalgo, una mejor ciudad y en el ejercicio de mi libertad de expresión, que debe ser derecho, no privilegio, de todas y todos.
¡Un abrazo a la cuatitud!