Por Jorge Esqueda
Un vistazo a la historia del mundo nos muestra que si algo no se puede parar es el cambio. Y en este moribundo primer cuarto del siglo XXI, el cambio es protagonizado por la mujer.
En todo el mundo la mujer se mantiene entrando a la actividad ya no solo económica, sino también política, lo que sigue derruyendo los muros que la cercaban. Es una lucha desigual porque aún dentro de las mujeres mismas, muchas creen que derruir muros es indebido.
Irán es el ejemplo que hoy se sigue con atención, y que en unas cuantas semanas ha ido de la muerte a manos policiales de Masha Amini, una joven a días de ingresar a su carrera de medicina, al silencio impuesto a familiares de los jugadores de la selección de futbol de ese país en el Mundial de Qatar, para obligar a los deportistas a entonar su himno, luego de que en su primer juego no lo hicieron en solidaridad con las protestas que se viven en su país.
La situación histórica que aterriza en el momento actual es compleja. El país persa resulta del colonialismo occidental, en particular de Reino Unido, con todo lo que significa. Y su importancia deriva de sus recursos petroleros. Como otras naciones, Irán buscó ganarse su lugar tras la salida británica aprovechando su riqueza, lo que fue poco facilitado por los beneficiarios occidentales.
Hoy en día su objetivo de generar energía nuclear es visto con profunda desconfianza, pues a pesar de la negativa iraní, posee ya todos los elementos para contar con una bomba nuclear y a ciencia cierta se ignora que tan lejos se encuentra, pero no estaría muy distante de contar con ella.
A lo anterior habría que agregar a sus vecinos. Por una parte Israel, un enemigo jurado y al que Irán le paga con la misma moneda. Además, sus vecinos en la zona del Golfo Pérsico, que practican la tendencia sunita del Islam, mientras en suelo iraní el rito dominante es el chiita.
Este contexto se complica por la religión precisamente, que está elevada a rango de Estado y convierte a este país en una teocracia, donde el líder máximo religioso y político es el ayatolá de más alto rango.
Las protestas de la mujer son reprimidas con violencia en muestra del lugar inferior que tienen dentro de la escala islámica chiita de valores, aunque para decir la verdad, cualquier disidente iraní es reprimido, hombre o mujer.
También son reprimidas bajo la acusación de ser agentes del sionismo israelí o del imperialismo occidental. ¿Es así? Muy difícil señalar la ausencia de agentes sionistas, occidentales o de otros intereses en las protestas, pero el seguimiento a las protestas revela que se trata de un movimiento auténtico.
Las protestas contra los atuendos femeninos tradicionales que todo lo cubren representados por la hijab no son nuevas. Casi al día siguiente de que la jerarquía islámica chiita se hiciera del poder tras derrocar al Sha, en 1979, fue expedida una ley sobre la hijab que generó protestas, las cuales con altas y bajas se han mantenido en los 43 años que han pasado desde esa fecha.
¿Por qué este ascenso de las protestas? Sin lugar a dudas, la posición inamovible, sin cambios, de la jerarquía religiosa sobre el tema, enfrenta ahora a una generación de mujeres diferente, la cual simplemente quiere vivir con sus propias reglas y trasladar a la vestimenta y su simbolismo, el cambio social que vive Irán a pesar de la presión occidental que ha enfrentado en los pasados años, en busca de frenar su desarrollo nuclear.
En muchos sentidos la lucha de la mujer iraní contra la hijab es también la oportunidad que se le ofrece al Islam para entender el mundo en el cual vive, y aliándose con sus mujeres, defender también sus intereses.
De salida: ¿Qué pasa en China que vacunas, medidas de protección y confinamientos no le han dado resultado contra la Covid-19? El disgusto social por los encierros que muchas veces exceden los que se vivieron en otros países, muestra a una sociedad que también quiere cambios y dejar la disciplina férrea en que vive, sobre todo si no funciona.
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