La integración económica de América Latina se ha mantenido como una tarea pendiente, aunque existen avances en algunas de las zonas que conforman a la región. Y ahora se ha dibujado una oportunidad inédita para lograr pasos firmes en uno de los instrumentos creados para ese fin: la Alianza del Pacífico.
La oportunidad inédita consiste en que los cuatro países que conforman esa alianza, se encuentran alineados ideológica y políticamente, lo que la lógica señala que las negociaciones parten de una importante base común.
La Alianza del Pacífico, creada en 2011, la conforman Chile, Colombia, México y Perú, gobernados por la izquierda. Gabriel Boric tomó el poder en Chile el 22 de marzo pasado, mientras Gustavo Petro lo hizo el siete de marzo también de este año.
Por su parte Pedro Castillo asumió en Perú el 28 de julio de 2021 y, el uno de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador en México. Ninguno de los cuatro ha tenido gestiones tersas, aunque debe de reconocerse que la de Castillo parece ser la más agitada, pues en 16 meses de gestión ha enfrentado dos fallidos juicios políticos y está en marcha el tercero que, de prosperar, hasta podría impedirle tomar la presidencia rotatoria anual de la Alianza.
En un importante gesto, al menos el segundo público que se conozca hacia Castillo, el presidente mexicano sugirió cambiar la sede de la reunión de mandatarios de la Alianza de la capital mexicana a Lima, como forma de dar la vuelta a la negativa de permiso que el Congreso peruano acordó a la solicitud del ejecutivo peruano para visitar México y recibir la presidencia de la Alianza.
Esa negativa de permiso fue una muestra más de las malas relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo del país andino, y si 87 de sus miembros aprueban la vacancia, es decir, la destitución, naufragaría ese darle la vuelta que ideó el mandatario mexicano para ayudar a su par peruano.
Justo hace un año se realizó el primer gesto de apoyo, cuando el secretario mexicano de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, visitó a Castillo en el marco de los problemas de gobernabilidad que enfrenta el peruano, y que se retratan con esos tres intentos de juicio político, con el nombramiento de cinco gabinetes en estos 16 meses de gobierno y seis investigaciones penales por corrupción.
En ese agitado marco, Perú se hará cargo de la presidencia rotatoria de la Alianza, que podría ser el embrión de un verdadero sistema de integración latinoamericana, sobre todo si se recuerda que en 2018, en la XIII cumbre del grupo celebrada en Puerto Vallarta, se firmó una Declaración con el Mercado Común del Sur (Mercosur) para fortalecer sus vínculos.
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay son los miembros del Mercosur, que junto con la Alianza, formarían un bloque con fuerte capacidad de integración, y en conjunto, da a los gobiernos regionales considerados de izquierda o progresistas, una base muy fuerte de desarrollo, pues Argentina y Brasil –este a partir de enero- también son de esa filiación política.
La oportunidad que se abre a la región debe verse no solo porque hay trabajos previos que apuntan a la integración y la existencia actual del alineamiento de similares ideologías y visiones políticas, sino porque está en curso una reordenación de la globalización como la conocimos hasta antes de la pandemia, lo que abre oportunidades a otras regiones, oportunidades que difícilmente volverán a presentarse en las próximas décadas.
Desde luego, la Alianza tendrá que trabajar horas extra para evitar que la presidencia rotatoria de Perú, dificultada por los problemas políticos que vive su mandatario, demore esa oportunidad o haga que se desperdicie.
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