Por: Alejandro Ordóñez
A las jovencitas inocentes, víctimas de feminicidio.
Apareció el cuerpo de otra joven, en circunstancias similares. Es el tercero en tres meses y por ningún motivo acepto uno más -añadió la jefa de investigaciones criminales-. La prensa se nos va a echar encima y la opinión pública nos va a hacer pedazos, aunque eso es lo de menos, duele mucho ver la crueldad con que son victimadas y nosotros aquí, con los brazos cruzados, sin atinar a hacer nada. Lo peor es que da la impresión de ser un reto, se están divirtiendo con nuestro desconcierto; están ganando un juego macabro donde mujeres jóvenes pagan las consecuencias. Hay que tomar la iniciativa, infiltrémoslos con un agente encubierto.
Del estudio de estos tres casos podemos concluir lo siguiente: el asesino o los asesinos deben ser gente adinerada, pues el día que abandonaron los restos de la última chica llovió copiosamente, por lo que las huellas de las llantas quedaron impresas en el lodo, en opinión de los expertos se trata de una camioneta pesada, probablemente lujosa y de importación; ninguno de los restos de las tres jovencitas fue sepultado o escondido en el bosque, los dejaron al descubierto, como si la intención fuera que los descubriéramos.
Todas tenían relación con el arte dramático, dos de ellas ya actrices y la última al término de la carrera; las tres, con grandes deseos de triunfar; altas, delgadas, con buen cuerpo, ojos claros y rubias; sin embargo, las tres llevaban puesta una peluca con cabello rubio platinado y cada una de ellas vestía igual que el personaje principal de una película: “El príncipe y la corista”; “Torrente pasional”; “Una Eva y dos Adanes”. Por si alguien no lo sabe, la protagonista de esos filmes fue la sensual Marilyn Monroe. ¿Cuál fue la razón por las que las hicieron vestirse de esa manera, antes de violarlas y quitarles la vida? Como aprendimos en la academia de policía, muchos asesinos seriales se divierten retando a la autoridad para demostrarle que son más inteligentes que ella. Hay en todo esto un mensaje implícito que debemos descifrar a la brevedad posible. Creo que nuestro agente encubierto tendrá que cubrir esos requisitos y aquí la única que cumple con el biotipo eres tu mi amor, así que si no tienes inconveniente… por supuesto tendrás todo el respaldo de la corporación, pero tú tendrás que correr los riesgos. Te colocaremos tres nanomicrófonos imposibles de detectar, así que en cuanto estuvieras en peligro dirías la palabra clave o sin esperarla, entraríamos al rescate. Tendrás que ver todas sus películas y fotografías, mi alma, aprender a entornar sensualmente tus ojos y a sonreír con inocente aire picaresco, tienes que convertirte en el doble de Marilyn. Te tomaremos fotografías, entre ellas unas sobre los ventiladores del metro para que te levante el vestido, diremos que eres una joven actricita en busca de una oportunidad, para triunfar. Abriremos tu página en cada una de las redes sociales.
Quiero informarles que las investigaciones sobre los contactos o amistades de las tres chicas fallecidas no arrojó información valiosa. No hubo uno solo compartido por ambas y concluimos que los asesinos crearon usuarios apócrifos para cada ocasión, imposibles de seguir. En cuanto a tus páginas, querida, recibiste muchísimas invitaciones de amistad, creo que el consejo de la psicóloga fue muy bueno, en el sentido de sostener con ellos largas conversaciones, en las que se fueron explayando cada vez más. De ese universo escogimos los cinco casos que más sospechas despertaron. Finalmente nos quedamos con el tipo descrito por la psicóloga como Narcisista, egocéntrico y cruel, cuya megalomanía lo lleva a presumir sus contactos con altos niveles de gobierno y con los poderes judicial y legislativo, que además afirma ser productor de teatro, dispuesto a financiar una obra en la que serías la actriz principal; es más, te acaba de invitar a participar en un casting en donde se seleccionará al elenco. No dudamos que sea una trampa y al llegar ahí resultes ser la única invitada. No te preocupes, todo saldrá bien, ya lo verás. Por cierto, investigamos su perfil, sin éxito, no tiene antecedentes en los registros criminales, ni en redes; se trata, pues, de un personaje apócrifo.
La joven detective fue citada al oscurecer, en el estacionamiento de un centro comercial, el chofer le diría su nombre, para identificarla, y la llevaría a la casa del supuesto productor de teatro. Así lo hizo. Los agentes tomaron nota de las placas de circulación y las enviaron a la Central, para investigar el origen del vehículo. El resultado fue nulo, esas placas no existían en el Departamento de Tránsito. Durante el trayecto el conductor habló poco y más bien contestó con monosílabos, las preguntas que ella hacía. Todo ello fue transmitido por los tres micrófonos. Llegaron a una residencia elegante, aunque parecía un búnker porque no podía verse hacia adentro; abrieron la reja usando el control remoto, aquello lucía desierto. La guiaron a la sala donde aguardó un rato, hasta que apareció el dueño. Hola, te creí más guapa y con mejor cuerpo, dijo el hombrecillo. Cosas de la red, contestó ella, yo también te imaginé distinto, con abundante cabello, más alto y sin panza; pero así es esto, por supuesto si no te parece mi físico, puedo retirarme. ¡Bah! no jodas, era una broma. Tomemos un trago para relajarnos, ¿qué te sirvo? Nada, estoy aquí por cuestiones de trabajo y no mezclo una cosa con otra. ¡Umm! Que despreciativa. ¿Se te antoja un refresco? Nada, no tomo ni como nada cuando estoy trabajando. No eres nada amable para ser tú quien está implorando una oportunidad que sólo yo te puedo ofrecer. Mira, yo no te la pedí, me la ofreciste tú porque algo habrás visto en mí. Quizás no quieras cenar, pero yo muero de hambre, ¿te importaría acompañarme al comedor? Si se te antoja algo, me dices. El tipo más que comer bebía descontroladamente, uno tras otro vaso de whisky. Cuando terminó los alimentos, dijo, llegó la hora de la verdad, procedamos al casting. Ve a ese cuarto y ponte la ropa que está sobre la cama. ¿Y las demás chicas? No hay más, así que sólo de ti depende. La aguardaba un vestido blanco, sin mangas, con amplio vuelo en la parte de abajo. “La comezón del séptimo año”, pronunció con voz lo suficientemente alta para que lo captara la jefa de investigaciones y supiera que la fiesta iba a empezar. Peinó su cabello, en forma de molote, hacia atrás y hacia arriba, lo sujetó con el estilete que llevaba -verdadera arma de defensa- porque como dijera la jefa: cuando quieras ocultar algo, hazlo ostensiblemente visible, pasará desapercibido. Por último, se puso la peluca con cabello rubio platinado. Hizo una entrada espectacular, entornó los ojos y mandó un beso al aire que hizo estremecer al tipo, quien se puso de pie y corrió a abrazarla, busco esos labios sensuales que lo perturbaban tanto, pero fue rechazado; sus dedos vibraban aún por el fugaz contacto con la piel de su espalda, sintió su fresco aliento y a unos centímetros, apenas, los senos se agitaban al ritmo de su respiración agitada, incapaz de contenerse, los apretó con fuerza. Volvió a rechazarlo, no vine a eso, exijo que me lleve tu chofer adonde me recogió. Él soltó una carcajada. No te puedes ir. Claro que sí; es más, en este momento me marcho. Tú y yo vamos a dar un paseíto por aquí cerca, verás que te va a encantar.
Escuchó el clic de una de las esposas que había colocado en su muñeca derecha; con la mano libre le clavo las uñas por encima de la comisura de los ojos y bajó los dedos hasta la barba, dejando a su paso cuatro surcos sangrantes, ardientes, dolientes. Escuchó un, estúpida, lleno de rencor y odio, sintió un fuerte golpe en el estómago, cayó al piso. ¡Basta! Gritó, con el poco aire que quedaba en sus pulmones.
Se escuchó una explosión que convirtió en astillas al sólido portón. Cortaron la energía eléctrica y la mansión quedó a oscuras. Se escuchó el sonido metálico de un altavoz ¡Guardia Nacional! Salgan con las manos en alto. La chica aprovechó la confusión para escabullirse. A tientas, golpeándose con los muebles, llegó a la cocina, se ocultó en la despensa en el momento en que aparecían, salidos de sólo Dios sabrá dónde, al menos diez hombres con armas largas, que se auxiliaban con lámparas de mano para guiarse. Pobres diablos, pensó ella, van camino a una muerte segura. Enfrentarán a una tropa de élite, las luces de sus lámparas los convierten en fácil blanco, en cambio los guardias, con sus mirillas infrarrojas, serán prácticamente invisibles. Se inició un fuerte tiroteo, el ruido era ensordecedor y parecía no tener fin. Durante un breve silencio le pareció escuchar que alguien se arrastraba hacia la despensa, trató de contener el temblor que amenazaba con dominarla, pero se puso en guardia. Por fin se hizo el silencio, escuchó las voces de los guardias, por aquí ningún sobreviviente; por acá, tampoco. Volvió la luz. En la penumbra de la despensa vio al tipo que la había secuestrado, se acercaba a ella tal vez con la esperanza de usarla como escudo y rehén. ¡Mira quién está aquí! dijo el gorila. Fue todo para él, se escuchó el ruido seco que hizo el esternón al ser perforado por el agudo estilete que partió en dos su corazón. Llegaron los guardias y con ellos la jefa de investigaciones criminales. Se abrazaron, escucharon la voz del capitán: disculpe jefa, me están reportando un convoy integrado por nueve camionetas que se dirigen hacia acá, vienen incendiando los vehículos que encuentran a su paso para sembrar caos y descontrol, he metido a la casa a mis hombres que custodiaban la calle para protegerlos y defendernos desde aquí, también solicité el apoyo del ejército, con carácter de urgente, estarán aquí en unos minutos más.
Oyeron el rechinido de las llantas, luego las explosiones de las patrullas estacionadas frente a la casa. Una granada incendiaria explotó en la entrada, luego otra y otra más, la casa se convertía rápidamente en un infierno. Llegaron drones del ejército, unos con granadas antitanque porque las camionetas debían estar protegidas con grueso blindaje; otros con metralletas que barrían y diezmaban a los sicarios, pero el mal estaba hecho porque las llamas impedirían la salida. Se separaron dos camionetas, avanzaron hasta el portón de la casa colindante, salió de ahí un hombre que se introdujo de un salto en el segundo vehículo, huyeron velozmente, los siguió un dron, disparó una granada, la camioneta que abría camino voló por los aires, la segunda la eludió, apagó sus luces para hacerse invisible en la oscuridad y se perdió en la noche. El humo los asfixiaba, no hay salida, afirmó el capitán. La joven agente contestó, debe haberla, no puede ser que de pronto hayan aparecido de la nada, todos esos sicarios, debe haber una ruta de acceso. Buscaron, hallaron una puerta, la volaron con una granada, cuando el humo se disipó vieron un largo túnel que conducía a la mansión vecina, huyeron por ahí, al llegar a la siguiente puerta se prepararon para luchar, pero la casa estaba vacía.
Despertó en el hospital, la jefa de investigaciones criminales sostenía su mano. Tuviste una crisis nerviosa, escuchó, dormiste durante veinticuatro horas, los doctores recomendaron que durmieras más. La guardia nacional tiene rodeada la clínica, y yo estoy aquí para cuidarte.