“Trabaja mucho y cánsate poquito”. Al llegar al octagésimo cuarto giro al astro solar, Eloísa ha cambiado en muchas cosas y en otras permanece inamovible. Las fuerzas juveniles han decaído pero el carácter y las ideas continúan con muy pocos cambios.

Acostumbrada a mandar y decidir, ahora tiene que aceptar las decisiones de otros al tener que vivir en una casa donde ya no es la jefa dominante; asunto muy difícil para quien hacía y deshacía como quería en su plena madurez.

Cabeza de un hogar uniparental, con cuatro boquitas que alimentar, vestir y educar, pasó una vida difícil, llena de preocupaciones por el futuro y la provisión diaria de “casa, vestido y sustento”, desempeñando una amplia variedad de trabajos, algunos muy pesados.
En algunas temporadas había que irse a trabajar en un horario nocturno a una empacadora, dejando a sus hijos pequeños con la puerta de la casa cerrada con un candado, por seguridad, pero también con el peligro de no poder salir en caso de presentarse una emergencia.

Al carecer de una casa propia había que pagar renta y, con los incrementos anuales, buscar casa cada año, en una colonia diferente, cambiando de escuela cada grado escolar, rehacer el entorno de amistades y todo lo que implicaba.

Las fuerzas iban disminuyendo y las enfermedades aumentando. Los hermosos colores de todo lo que nos rodea iban desapareciendo, haciéndose más borrosos cada vez. “¿Y por qué dicen que hablo fuerte cuando ustedes hablan tan bajito?”, la sordera también iba llegando a cobrar la factura.

Doña Licha nunca se da por vencida. ¡Si no fuera por ese maldito último escalón de una escalera! La fractura de la cadera no se pudo operar. A recuperarse a “puro valor mexicano”, terapias físicas, masajes y analgésicos.

Antes de todo eso se iba con sus amistades en viajes organizados. Se fue dos o tres veces a la Riviera Maya, conoció los flamingos rosas, que la fascinaron. También le encantaba ir a un pueblito, Araró, del municipio de Zinapécuaro en Michoacán. Iba para disfrutar de la misa matutina y sus aguas termales. Eran viajes relámpago, al viajar durante la noche, disfrutar del día en el lugar y retornar la siguiente noche.

También podía viajar en el trolebús de la Ciudad de México, en el Metro o en autobús para visitar a sus hijos. Alrededor de su séptima década de vida todavía era bastante independiente para moverse a donde quería. Pero esa caída…
Mamá, hoy cumples 84 años de vida. Te admiro, te respeto y te amo. Te agradezco todo lo que en su momento hiciste por mí y cada una de mis hermanas para “sacarnos adelante”. Te reconozco como el gran baluarte de nuestra familia.

Sola lograste obtener tu plaza de trabajo permanente, tan ansiada, para poder tener estabilidad laboral y económica. Pudiste tener tu casa propia, con la ilusión de tener a tus hijos bajo su techo, sin preocupaciones de renta ni mudanzas continuas.

Todavía tendrás nuevas y maravillosas experiencias de vida. Aún hay muchas cosas que aprender y vivir. Estaremos a tu lado aunque las dificultades de distancia, tiempo y compromisos de la vida tristemente nos impide hacerlo en muchas ocasiones.
Hoy mi homenaje, mi pensamiento y mi corazón son para ti. Gracias, gracias, gracias.
En esta primera entrega del año deseo a mis amables lectores salud y parabienes durante el año que está empezando. Espero seguir contando con el honor de su lectura y opinión.

Twitter: @tuzo_raul
Instagram: @rau.gar.gut.
Facebook: raugar.gutierrez
Telegram: https://t.me/HistoriasDeLoCotidiano