La organización no gubernamental Oxfam difundió un nuevo informe sobre el estado de la riqueza y la pobreza en el mundo, sobre la manera en que ambos polos interactúan entre sí para formar la desigualdad en el mundo, y la conclusión es que en relación a los años recientes, no hay algo nuevo.

El dato sigue inamovible: el uno por ciento de la población del mundo acapara dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo. La misma OMG había señalado a principios de 2016 que la riqueza del uno por ciento de la población superaba a la que estaba en manos del 99 por ciento restante, con base en un estudio muy difundido ese año que elaboró Credit Suisse. (https://cutt.ly/o24zsUr ).

En realidad, no habría espacio para que fuera diferente, y menos con la situación económica generada por la pandemia de Covid-19, que hundió las cifras de crecimiento en prácticamente todos los países del mundo.

Se trata de una tendencia que de ninguna manera es nueva, y que no encuentra motores para que cambie, por el contrario, las circunstancias que afectan al grueso de la población y a los países son rápidamente manejadas por los poseedores de la riqueza a fin de que no verse afectados, pero sí beneficiados.

El nuevo informe de Oxfam ( https://cutt.ly/124xpAH ) indica que cada día dos mil 700 millones de dólares se aumentan a las fortunas de los milmillonarios, es decir, de personas con al menos mil millones de dólares.

El documento ha sido divulgado el mismo día en que empezaron los trabajos del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, la reunión conocida por seguir y adelantar el ritmo de las economías desarrolladas, de manera señalada la globalización, puesta en jaque por la pandemia pero que a la luz de lo señalado, pronto se recuperará.

Y que la riqueza siga concentrándose y la pobreza creciendo no es algo nuevo si el sistema que propicia ambas rutas no cambia. Y esto lleva a otra reflexión, en los pasados años los combates, las luchas, el malestar contra el ese sistema imperante se han visto reducidos.
¿Alguien se acuerda de la Primavera Árabe? Fueron los estallidos sociales en contra de gobiernos en Túnez, Egipto y Libia en 2011. Una década después Libia se encuentra sin instituciones, Egipto con un gobierno autoritario y Túnez tampoco ha visto modificada su situación. Es dudoso que la vida política en esas naciones sea más democrática o igualitaria, como se esperaba, y mucho menos que la desigualdad social haya disminuido en ellos.

Oxfam no pretende que suceda un cambio revolucionario, como hubo intentos en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado en América Latina. Se pronuncia por la elevación sistemática y generalizada de los impuestos a los ultrarricos, una perspectiva que comparten con sus propias modalidades instituciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Para apoyar su propuesta da un par de ejemplos: el conocido Elon Musk, el segundo hombre más rico del mundo, pagó un tipo impositivo real de alrededor del tres por ciento entre 2014 y 2018. En contraste, la vendedora de harina en Ugand,a Aber Christine, paga en impuestos 40 por ciento de sus ventas facturadas, por lo que vive con unos 80 dólares al mes. En contraste, Musk, principal accionista de la automotriz Tesla y de Twitter, tiene de fortuna 178 mil millones de dólares, según datos a diciembre pasado de la revista Forbes y la agencia Bloomberg.

La reforma fiscal aplicada a nivel de países está muy lejos hoy en día de al menos discutirse. De inmediato surgen voces de personas convencidas de que se trata de un complot comunista, que dejarían de generarse fuentes de trabajo, y que se alentaría la holgazanería.

En los hechos, cualquier tipo de sistema comunista se encuentra muy lejos de existir, pero lo que sí existe es la pobreza como resultado inmediato y obvio de la desigualdad, pero también la violencia en todos sus tipos.
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