Por: Dr. Abelardo López Fernández
La mayoría de los seres humanos, vivimos en un mundo agitado y egoísta buscando la mayor parte del tiempo una satisfacción hedonista. Lo sé porque en un tiempo lejano solía ser así, pero la vida, en algún punto de nuestra existencia, nos puede dar traspiés muy fuertes en nuestra economía o en nuestra salud, cambiando la percepción del mundo que nos circunda junto con nuestras emociones e intereses y, el golpe… puede ser tan duro, que es capaz de hacer cambiar nuestro cuerpo, nuestra forma de vivir, incluso, nuestras amistades, son momentos alterados de la vida plenos de sufrimiento, donde la percepción de existir se vuelve ininteligible, abstracta con una pizca de dolor, angustia y zozobra y menciono una pizca porque a través del tiempo esas sensaciones se diluyen y aparecen otras más, no menos esperanzadoras.
Así que, en un mundo materialista con un trajín del ir y venir acelerado de gente sana, en convivencia con una minoría de discapacitados, estos últimos perciben el entorno de manera diferente, por convivir con una sociedad que presenta rasgos de psicopatía hacia las personas con discapacidad, misma que origina una discriminación por causa de su condición, tal vez debido a que la mayoría de la gente piensa que los discapacitados son una carga social y que no son capaces de integrarse en una economía activa, situación que los obliga a ser invisibles en ámbitos de educación, político, sociales y culturales.
Es verdad, que este sector es uno de los más vulnerables a la pobreza y al desempleo debido a su situación socioeconómica y nivel de estudios, es verdad que necesitan infraestructura para trasladarse, que necesitan medicamentos y baños especiales en todos los lugares públicos, necesitan sillas de ruedas y asientos que se ajusten a sus requerimientos, es verdad que tienen muchas necesidades cuando salen fuera de sus hogares… necesidades que les causan sufrimiento por no encontrarlos y sufren porque no solo son personas inteligentes sino seres emocionales muchos de ellos, con el alma quebrada, ignorada por una sociedad que les dispensa muchas veces con limosna y no con trabajo aun cuando existen leyes, tratados internacionales y normas. Muy cierto es, que este sector necesita de oportunidades, de políticas inclusivas, de campañas de concientización enfocadas en el ser y de una sociedad, más empática con el fin de realzar la dignidad de este sector tan golpeado por la vida.
*Catedrático investigador de la Universidad Tecnológica de la Zona Metropolitana del Valle de México