Por Dr. Jesús David Quiroz Jiménez*

El entorno climático actual representa quizá el mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad, pues el aumento progresivo de temperaturas medias globales desde la revolución industrial no ha tenido precedente en los últimos cien mil años. Nuestro papel en la alteración de nuestro entorno es innegable y ha llevado a los expertos a concluir que el actual cambio climático es de origen antropogénico; por lo tanto, nuestras acciones son vitales para amortiguar las consecuencias del calentamiento global. No se trata de cómo actuar en un futuro, sino cómo conducirnos desde un enfoque sustentable y/o conservacionista en la inmediatez.

Por citar algunas consecuencias de la alteración del medio, diferentes ciudades en Canadá han experimentado domos de calor que permitieron superar sus temperaturas máximas históricas por hasta 1.5 ºC. Lo grave no es superar esos valores, sino hacerlo por tan amplio margen, cuando lo habitual serían algunas décimas. Otra situación destacable ocurre en algunas ciudades europeas en verano; los cielos despejados en la época cálida del año propician aumentos desproporcionados de las temperaturas y domos de calor recurrentes, traducidos en golpes de calor que acaban con la vida de decenas de personas cada año. En México, donde las condiciones áridas imperan en más del 30 % del territorio y alrededor de 12 millones de personas no tienen agua potable, el problema del cambio ambiental es grave, pues las proyecciones apuntan a una menor disponibilidad de agua para finales de siglo y el incremento de problemas económico-sociales (pobreza, migración, etc.).

A modo de alerta, el monitor de sequía dependiente del Servicio Meteorológico Nacional, indica que la mayor parte de México experimenta condiciones de sequía moderada y algunas regiones sufren sequía extrema como la Altiplanicie Pulquera, el Valle de Tulancingo y la Comarca Minera en el sureste del estado de Hidalgo. Lo cual sirve como ensayo para enfrentar las condiciones venideras.

Ante la desesperación por falta de lluvias, gobiernos de todo el mundo han optado por el proceso de la “Siembra de Nubes» que consiste en bombardear la atmósfera (troposfera) con componentes químicos como el Yoduro de Plata. Hipotéticamente, esto inyecta núcleos de condensación a las nubes y estimula la precipitación. Sin embargo, los estudios científicos sobre la efectividad de este método suelen ser contrastantes, no validan el proceso e incluso sugieren la inhibición de la precipitación. A pesar de ello, la siembra de nubes es una práctica que se ha implementado en México desde la década de 1960-70.
Recientemente la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) ha participado en el programa de estimulación de lluvias para ayudar en la recarga hídrica del Sistema Cutzamala y mitigar la temporada de sequías. Este sistema es quizá el más importante del país, pues abastece de agua a gran parte al Valle de México y Toluca, que constituyen una de las regiones más densamente pobladas del mundo. Sin embargo, el programa de siembra de nubes es polémico, pues se alteran las variables meteorológicas naturales imperantes y podría desencadenar cambios no esperados en el medio. A continuación, se sustenta dicha afirmación.

El sistema climático es por demás complejo y para entenderlo hay que abordarlo desde la multi e interdisciplinariedad, y aún con estos enfoques se nos sigue escapando su comprensión total. Las variables ambientales están interconectadas y cuando una es afectada las demás también responden, eso es un sistema. Por lo tanto, estamos muy lejos de dilucidar las consecuencias de jugar adrede con las variables meteorológicas-climáticas,
Una de las polémicas más grandes dentro de la comunidad científica está dada por un proyecto impulsado por el magnate Bill Gates y la Universidad de Harvard llamado “Experimento de Perturbación Controlada Atmosférica” que pretende enfriar el planeta de manera artificial. En este proyecto de geoingenierìa solar, se pretende inyectar cantidades exorbitantes de polvo de carbonato de calcio a la atmósfera para disminuir la cantidad de radiación que llega a la superficie de la Tierra y así atenuar el efecto invernadero, estabilizando o disminuyendo las temperaturas planetarias. Sin embargo, jugar con el clima puede traer consecuencias imprevisibles a diferentes escalas. A pesar de la relevancia de los personajes involucrados en proyectos como el citado, la comunidad científica internacional es temerosa por la incertidumbre, e incluso el gobierno de Suecia vetó el experimento.

Por otra parte, y a menor escala, está el bombardeo de nubes que también puede ser una vía para el control climático y hacer llover en lugares que lo necesitan. Sin embargo, las interconexiones de un sistema suponen procesos de retroalimentación (nos siempre bien entendidos) y el beneficio de unos es el perjuicio de otros. Sitios con bombardeo atmosférico, podrían experimentar incrementos de lluvia y otros aledaños o lejanos sufrirían sequías, pues carecerían del volumen de humedad perturbada. Por ejemplo, diferentes comunidades de Puebla y el Estado de México indican que las compañías automotrices bombardean las nubes para impedir la formación de granizo y los consecuentes daños a las carrocerías. Si bien, lo anterior no se ha comprobado, los hechos apuntan a menor precipitación en los días subsecuentes a la probable manipulación climática.

En el caso de la siembra de lluvias en el Valle de México y el mundo, este es un experimento que debe explorarse con cuidado, sopesando beneficios y perjuicios, con datos duros y apego al método científico pues representa una gran oportunidad con beneficios incalculables y no hacerlo puede traer consecuencias mayores.

* Dr. Jesús David Quiroz Jiménez
Profesor Investigador SNI CONACyT Nivel 1*
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