Dos son ahora las preguntas ante la migración latinoamericana que llega a México: ¿un cambio de estructura administrativa será capaz de manejar a los cientos de miles de migrantes que pasan por el país en busca de llegar a Estados Unidos? ¿Una acción policial podrá reparar y sobre todo, evitar nuevas tragedias como la del pasado marzo en Ciudad Juárez?
La respuesta a ambas parece ser “no”.

La salida masiva de los habitantes de un país muestra un alto grado de reprobación hacia las instituciones de esa nación. Sobre todo, marca la inexistencia de confianza en que la situación negativa generadora de migrantes, pueda mejorar mediante los mecanismos de elección política.
Y la mala noticia es que no se ve la situación vaya a cambiar en El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua, los países centroamericanos de donde salen los migrantes que cruzan México, o también de Venezuela, Cuba y Haití, otras naciones de origen de personas que abandonan sus lugares de nacimiento.

Donde el problema es más grave y se ve también muy lejana una solución es Haití, que ostenta el título de país más pobre de América. Ahora está acosado por bandas delincuenciales que se disputan el control de zonas de esa nación, sobre todo su capital, Puerto Príncipe, sin que el gobierno tenga la capacidad de hacer algo.

La situación, sin esos elementos de drama sin solución, se repite en el resto de países de los migrantes. El Salvador, en este cuadro, parece ser una excepción, sin embargo diversos analistas se muestran escépticos de que la política de mano dura contra la pandillas tenga resultados en el largo plazo.

Ahí, en El Salvador, el presidente Nayib Bukele registró a mediados de marzo una aceptación de 91 por ciento, de acuerdo a cifras publicadas por La Prensa Gráfica, con mayoría de ciudadanos salvadoreños dispuestos a que se reelija, a pesar de la prohibición constitucional expresa.

Esa popularidad se basa en la política de mano dura contra las pandillas que ha aplicado el mandatario, la cual incluye el estado de excepción ya de un año y cuyo último mes de vigencia vence el próximo 16 de abril. También en su trato intolerante a las miembros de esos grupos, que incluye la detención de 60 mil de sus miembros y la reciente apertura de una cárcel de alta seguridad, criticada por los defensores de los derechos humanos.

De El Salvador provenían siete de los 40 fallecidos en el incendio de un albergue en Ciudad Juárez, aunque fue Guatemala el país con más número de víctimas mortales con 18. Sin embargo las autoridades salvadoreñas han sido las más claridosas al exigir rendición de cuentas por parte de las autoridades mexicanas, pues han pedido castigo y llamado al hecho un crimen de Estado.

Es posible que no les falte razón. El Estado mexicano no tiene como política el exterminio de migrantes, sin embargo es un hecho que su política migratoria ha creado un cuello de botella donde los migrantes quedan atrapados, con muy escasas posibilidades de llegar a su destino, Estados Unidos, y sin deseos de regresar a su patria.

Pero ese cuello de botella no es nada cómodo, pues se carece de los medios para darles atención, y quizá también, sin voluntad política para hacerles más llevadera su estancia en nuestro país, ante el temor de que cambien su destino y deseen quedarse en México, ante la imposibilidad de llegar a Estados Unidos donde, simplemente, los rechazan.

Se trata de un problema social. Uno que inicia en los lugares de origen y donde es imposible mejorar la situación, aunque la exportación de los programas sociales de esta administración lo haya intentado. Un problema social que incluye al lugar de destino, Estados Unidos, el cual vive un alto nivel de rechazo a los migrantes pobres, impulsado por las voces de la derecha que apoya al expresidente Donald Trump, pero que no es ajeno en otros sectores políticos.

Ante eso, una respuesta policiaca ni reparará el daño (¿cómo regresar la vida a alguien?) ni evitará más tragedias. Y el cambio de denominación a la oficina encargada de la migración en México, tampoco parece ser la vía cuando el problema seguirá como ya se señaló, y las necesidades de atención irán al alza.
La migración de latinoamericanos a Estados Unidos que pasan por México, muestra la falta completa de la unidad que tanto proclaman los gobiernos de la región, y es muy probable que la situación empeore.

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