El clima es una realidad cuyo estudio es relativamente reciente: apenas va para dos siglos, e inició cuando hubo la suficiente recopilación de datos para efectuar análisis y estudios. Si bien hoy ya se sabe mucho, los fenómenos climáticos siguen en buena medida dando sorpresas, algunas no muy agradables, como las que llegarán con la nueva llegada de El Niño.

La información disponible nos remite a fines del siglo XIX como la primera vez que se entendió la existencia de ese fenómeno. Un cambio en la fuerza y dirección de los vientos alisios, origina que el agua cálida del sector occidental del océano Pacífico, vaya hacia el centro y oriente, lo que aumenta la temperatura de esas zonas creando fuertes lluvias, cambios que desde luego se extienden a las regiones continentales adyacentes.

Se estima que se ha entrado en una etapa de transición entre La Niña y la aparición del próximo Niño, y de acuerdo a la experiencia, la agricultura sería la actividad humana con mayor riesgo.

Lo anterior simplemente quiere decir que el abasto de alimentos tendría problemas, lo que caería en un momento de por sí preocupante, ya que este rubro vive momentos difíciles en buena parte del mundo.

Un ejemplo es Argentina, afectada por la sequía en 75 por ciento de la superficie que se dedica a esta actividad, es decir, unos 126 millones de hectáreas, justo donde se produce trigo, maíz y soya.

Para el país sudamericano la fase de transición podría ser una buena noticia, ya que terminaría los tres años de sequía que ha traído La Niña, pero no para el sur del continente africano, algunas zonas de Asia, y más cerca de nosotros, América Central y el Caribe, que serían las potencialmente más afectadas por El Niño.

En 2015 a 2016 se registró el anterior fenómeno climatológico de este tipo, y junto con los ocurridos en 1982-1983 y 1997-1998, forma el trío de eventos de esta naturaleza más severos que se han registrado en las décadas recientes.

Para variar, los países del llamado Corredor Seco de Centroamérica fueron los más afectados por el anterior Niño.

Y esos países son El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, de manera coincidente, los que mayores problemas sociales viven y de donde salen buena parte de los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos pasando por México.

La proximidad del nuevo evento climático seguramente agravará las condiciones que llevan a la migración, ante lo cual no bastan las por otra parte necesarias inversiones productivas, pues la falta de agua ¿cómo se suple?

De acuerdo a un estudio especializado, en 2015 a 2016 se vieron afectadas más de 3.5 millones de personas, pues hubo fuertes pérdidas en el cultivo de maíz y frijol, base de la alimentación de los países de ese Corredor.

En El Niño anterior, también aumentó la migración de los países de ese Corredor, sobre todo la rural, con habitantes del campo rumbo a las ciudades y también hacia el extranjero, con cifra estimada de 25 mil a 30 emigrantes originados por el evento climático solo en Guatemala. (Datos amplios pueden verse en https://cutt.ly/C5V8bKo)

Este fenómeno no puede prohibirse y la potencia de sus efectos hace muy difícil atenuarlos, pero sí se puede prever lo que podría suceder y tomar medidas. En lo político y económico es difícil que haya un modelo que pueda tomar el lugar del actual en el cortísimo plazo de 2023-2024, lo que aproximadamente puede durar el Niño.

Es de suponerse que la migración desde esas naciones centroamericanas seguirá en el mismo volumen en el mejor de los casos, con perspectivas claras de que sea mayor. Entonces algunas medidas podrían tomarse y aquí es donde empiezan los problemas.

Los gobiernos de los países centroamericanos han mostrado nula eficiencia para atender las necesidades de su población, y tampoco es pensable que vayan a cerrar sus fronteras.

Estados Unidos vive un momento de precampaña y los migrantes son muy mal vistos y las puertas se les cierran. México también entró ya en esa fase de precampaña y sin bien no cierra sus fronteras, tampoco ha mostrado eficiencia para atenderlos o evitar que sean víctimas de la delincuencia organizada y la corrupción.

Parece entonces que la primera tormenta que afrontarán los migrantes no sería directa por El Niño, sino la propiciada por la política.

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